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Cómo alimentarse y alimentar a sus hijos

Madre es madre! Y para la mayoría, la mayor preocupación en el día a día con los niños es sin duda la comida. Algunos porque los niños ...

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lunes, 8 de agosto de 2011

El hijo mayor


El hijo mayor: Suele ser más tenso, más serio, más reservado y menos alegre que los demás. Se esfuerza, lo hace todo a conciencia pero no acepta las críticas. Se esfuerza en todo lo que hace porque piensa que si es el mejor los seguiremos queriendo aunque nazcan otros niños. A él le recordamos que debe dar el ejemplo, sin advertir que a veces lo dañamos porque lo volvemos tan rígido qué siempre rechazará todo intento de cambio o conciliación, querrá salirse con la suya y tendrá pocos amigos.

A la hora de casarse o escoger amigos, exigirá el poder. Si es mujer, elegirá una pareja (o amigos) paternal y protectora aunque le irá muy bien si se casa con un hijo menor. Quizá se dedique demasiado a la prole en detrimento de la relación marital.

Si es varón, optará por una mujer muy maternal o por la hermana menor de otra familia y quizás encuentre difícil comprender a sus hijos. Pero, varón o mujer, también mantendrán buena relación con un hijo o hija únicos. En el trabajo ocupará una posición de liderazgo; más de la mitad de los presidentes de los Estados Unidos de Norteamérica y 21 de los primeros astronautas de la misma nacionalidad fueron hijos mayores.


sábado, 6 de agosto de 2011

Hijos distintos


La personalidad de un niño, no sólo es consecuencia de los condicionamientos genéticos y ambientales, sino que también depende de la ubicación en el orden fraterno. Para conocer la incidencia de este factor en el comportamiento de nuestros hijos, aquí una nota que nos ayudará a corregir rumbos.

Freud lo indicó claramente cuando observó que la posición de un hijo en la secuencia de hermanos y hermanas es muy significativa para el curso posterior de su vida.

Es interesante recordar que los hermanos mayores de una misma familia, por ejemplo, pueden sentirse ligados por frustraciones o alegrías comunes pero, a la hora de determinar quién manda, comenzará la discusión y se desarmará el equipo. Reglas básicas de este tipo condicionarán de alguna manera las relaciones entre nuestros hijos y las que mantienen con el entorno. También determinarán nuestro propio rol cuando tratemos de zanjar conflictos entre los pequeños y cuando ellos elijan a sus amigos (y más tarde a sus parejas). Por otra parte, esta nota servirá también para que descubramos por qué nosotros como padres somos como somos.

miércoles, 22 de junio de 2011

Mejorar la relación con hijas adolescentes


Por supuesto que hay salidas. O mejor dicho, entradas y salidas de un momento vital, complejo e inevitable. Para enfrentarlo, no sirven ni los autorreproches (¿en qué fallé como madre?) ni las acusaciones (a esta chica nadie la entiende). Más positivo resulta, en todo caso, aceptar plenamente que, hagamos lo que hagamos y digamos lo que digamos, no podremos evitar que nuestra hija se rebele, se oponga a nuestros deseos e incluso nos ataque despiadadamente. Ella necesita hacerlo, para poder crecer y encontrar su propio modelo de vida, su propio "ser mujer". Y paradójicamente, cuanto más amor y cercanía existen, más furibundo surge el tironeo.

De poca utilidad resulta decir, en un rapto de furia: "¡Está bien! ¡Que se arregle sola, si eso es lo que quiere!". O escuchar en boca de la jovencita: "¡No te metas más, no te necesito!''. Ambas -madre e hija- intuyen que eso tampoco es cierto. Lo difícil de esta etapa es que las hijas todavía nos necesitan, pero sólo aceptan de nosotras un acercamiento preñado de distancia y de respeto por sus búsquedas y errores.

Querer sin asfixiar, guiar sin tiranizar, observar sin condenar, tolerar lo distinto... Estos principios de convivencia que tan difíciles resultan de aplicar en toda crianza se convierten en todo un desafío cuando los hijos llegan a la pubertad y la adolescencia. Y más difíciles aún cuando de madres e hijas se trata.

Porque ambas son como un espejo que refleja similitudes y diferencias. Si dejamos de mirar a nuestra hija buscando en ella a la bebita dócil que ya no está podremos volcar en nosotras mismas una mirada más piadosa, menos exigente, más libre. Si en vez de preguntarnos: ¿en qué fracasé? buscamos nuevos rumbos para esta etapa de nuestra vida, estaremos creando las condiciones para tener una relación más calma con nuestras hijas.

En definitiva, hay algo que sí puede ayudarnos a que "la sangre no llegue al río", y es desdramatizar estas situaciones. Y tener siempre presente que los conflictos de esta etapa son como la acné: pasan, aunque del cuidado que pongamos depende si quedarán o no cicatrices.

Algo más: también sirve retirar un poco esa mirada obsesiva que posamos sobre la conducta de nuestra hija (¿qué le pasa? ¿qué quiere? ¿por qué hace/piensa/dice esto o lo otro? ¿por qué no me lleva el apunte?) y prestar más atención a lo que nos pasa a nosotras, las madres. En la vida de cualquier mujer, ésta puede ser una etapa signada por el temor al envejecimiento y a sentirse inútiles -porque los hijos están creciendo y ya no nos requieren tanto- o, por el contrario, una oportunidad de encarar nuevos rumbos.

Suele haber más tiempo: para retomar los estudios que alguna vez se abandonaron, para intentar algún trabajo (si hasta el momento la única ocupación fue la de ama de casa), para encontrarse con las amigas, para realizar gimansia... En el camino de la maduración no todas son "pálidas", tal como diría un adolescente. Las mujeres que así lo entienden y así lo viven están tan satisfactoriamente ocupadas en desarrollar sus propias potencialidades que no tienen tanto tiempo para torturarse con los avances y retrocesos de sus hijas.

Ni víctimas ni verdugos: madres e hijas, simplemente. Y la vida que avanza incesantemente, que fluye sin que podamos detenerla. Con sus torbellinos que remueven el torrente de amor, y sus remansos de calma que nutren y enriquecen las aguas. A nadar en ellas también se aprende.

jueves, 9 de junio de 2011

Firmeza y diálogo para educar



Con los más grandes, hay que actuar de forma más diferenciada: ¿podemos pasar el asunto por alto?, ¿conviene distraerlo?, ¿o es necesario mantenerse firme?

Con los de edad escolar ya se puede dialogar. A menudo basta con decirles claramente que su comportamiento es inaceptable y que no vamos a tolerarlo.

Pero en todos los casos necesitan que compartamos mucho tiempo con ellos, realizar tareas juntos, hablar, leer, cantar, ir de excursión, pasarlo bien. Un chico feliz es un niño bueno. Y para ser feliz necesita sólo tres cosas: mucho amor, mucho ejercicio al aire libre y una tarea interesante por la que valga la pena esforzarse.

domingo, 5 de junio de 2011

La violencia y el amor no son compatibles


Los niños que desde pequeños experimentan que el argumento más contundente son los golpes no aprenden a dialogar ni a resolver sus conflictos de forma pacífica. Y es precisamente esto lo que necesitan para el futuro, tanto en la escuela como más tarde en su ámbito personal y laboral.

No serán los niños intimidados por la razón de la fuerza los que mejor se manejarán en la vida, ni tampoco los que a la primera de cambio levantan la mano. Por el contrario, serán aquellos que en su infancia han podido adquirir una sana confianza en sí mismos, un gran respeto por los demás y una buena capacidad de dialogar.

Y por último: ¿qué clase de hogar es aquel donde los adultos imponen su voluntad gracias a su mayor fuerza física? Una verdadera familia es otra cosa. Hasta los domadores del circo, para convencer a sus animales, trabajan hoy con otros métodos que los golpes.


miércoles, 25 de mayo de 2011

Algunos motivos de enojo de los adolescentes



• Cuándo decir "no "

Si ante la persistente presión de los hijos, los padres ceden, sin duda lo que hacen es repetir un modelo que se arrastra desde tiempo atrás, cuando al no poder tolerar la explosión de un berrinche se entregaron a sus exigencias.

Al empezar a preguntarse si es justo o razonable poner un límite al "dame más" ropa, más salidas nocturnas, más dinero o al "dame, dame, dame"... seguramente empezarán a modificar ese modelo de comportamiento buscando formas de pactar con ellos sin tantos choques. Traten de ser consecuentes con el "no". No demuestren enojo, manténganse firmes y coherentes en sus posiciones.

• El desorden en la habitación

"No tengo tiempo". "No me controlen mis cosas". "Yo estoy cómodo". Son Algunas de las expresiones con las que se habrán topado más de una vez. Si se enredan en peleas estériles, sólo se generarán problemas mayores. Comiencen, en principio, por cerrar la puerta del dormitorio para no enfurecerse demasiado, y luego prueben elaborar conjuntamente una especie de "plan de tareas" en donde el adolescente tendrá la oportunidad de elegir cuándo es el momento adecuado para realizarlas.

De no perseguirlos con recriminaciones, por su cuenta pondrán un orden, que evidentemente responderá a sus propias necesidades de conseguir una organización y equilibrio interior. Los jóvenes quieren sentir que tienen el derecho de controlar su vida personal.

• Espacios propios, espacios comunes

¿Quién podrá más? -se preguntan muchos padres desorientados-. El problema emergente aquí es que parten de una incorrecta formulación, donde la puja se asienta en quién tiene el poder. Con frecuencia los adultos no les dejan margen para compartir los espacios familiares y alegan en tono autoritario: "En esta casa las cosas se hacen o se hacen". Se crea un clima de incomodidad donde ambas partes se disputan espacios de pertenencia, que se opone al auténtico concepto de le que significa compartir.

Ni su música preferida debe aturdír nuestros oídos, ni nosotros debemos gritarles que bajen esa "horrible música", en un mal intento de ejercicio de autoridad paternal. Hagan un trato con ellos y procuren encontrar formas posibles para conciliar los gustos en un diálogo que resulte incluyente y no un monólogo unilateral. Establecer un compromiso de convivencia, con límites razonables, será una buena política para implementar en la casa.


miércoles, 16 de marzo de 2011

Qué hacer cuando se pierden los chicos


Uno de los grandes temores de los padres es que los niños se pierdan en lugares públicos o en grandes negocios. Para evitar sustos es recomendable tomar algunas precauciones y sobre todo no perder la calma.

Trate de que sus niños siempre lleven algún tipo de identificación. Puede utilizar medallas, cintas en las muñecas o tiras cosidas en la ropa en las que figurarán nombre y teléfono. Si se olvida de todos estos recursos, guarde en los bolsillos de las prendas de los niños un papelito con esta misma información y tenga siempre en la cartera una fotografía reciente de ellos.

Lo más importante es que sus hijos sepan qué hacer cuando se pierdan. Explíqueles que siempre deben pedir ayuda a agentes de policía, personal de seguridad o guardavidas. Muéstrele que estas personas usan gorra, uniforme o tienen silbatos para que puedan identificarlos ante una emergencia. Si son más grandes, acuerden encontrarse en algún lugar específico como la puerta de un local.

Además, recuérdeles que si se pierden en un lugar cerrado usted irá a buscarlos y por ningún motivo deben salir a la calle. Si a pesar de haber tomado estas precauciones alguno de sus hijos se aleja en un descuido, no se desespere y, una vez que lo haya ubicado, haga del reencuentro una experiencia feliz.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Actividades educativas para las vacaciones


Los niños que han obtenido resultados satisfactorios se merecen la mejor recompensa: no estudiar nada en vacaciones. Volver a insistir sobre los mismos aprendizajes sería difícilmente justificable y de dudosa productividad. Es cierto que hay niños devoradores de actividades escolares que hasta piden los cuadernitos por propia iniciativa. Sin embargo, hay otras alternativas para ofrecerles:

• Algunos buenos libros. Leer es una actividad más grata y motivadora, compatible con el ocio y que, a la vez, exige trabajo intelectual.

• Actividades de tipo manual (dibujos, maquetas, construcción de aparatos sencillos, etc.), que no sólo van a precisar de su habilidad, sino también de su paciencia.

• Facilitarles los suplementos infantiles de los diarios, que contienen ideas atractivas para llenar el tiempo de ocio.

En definitiva, de lo que se trata es de que el niño cambie sustancialmente de actividad.

lunes, 21 de febrero de 2011

Padres de adolescentes


Una sicóloga norteamericana enseña a liberarse de la tiranía de los hijos adolescentes. Se dice que hay tres estilos de padres: los autoritarios que esperan que sus hijos se amolden a un conjunto de normas y los castigan cuando no obedecen. Este tipo de padres suele producir hijos retraídos, desconfiados, rebeldes.

El extremo opuesto, la paternidad permisiva es evidente en aquellos progenitores que evitan imponer sus reglas y permiten que sus hijos regulen su propio comportamiento. Esto a menudo permite demasiada autonomía y produce hijos que se sienten perdidos y que ansian tener límites.

El tercer estilo es el convincente. El padre convincente mantiene el control proveyendo estabilidad y cariño. Este enfoque no afecta la autonomía ni la Iniciativa. Estos padres dependen mucho del razonamiento verbal. Este es el estilo ideal para educar a los jóvenes de hoy. Según este estilo de padre si a uno no le gusta el hábito que tiene su hijo de ver constantemente televisión lo mejor qué puede hacer es eliminar el campo de batalla.

Un padre cuenta que compró otro televisor y lo colocó en el cuarto del joven al lado de su escritorio. Este truco le sirvió para dejar de discutir con su hijo, y para su sorpresa logró que hiciera su tarea y aún apagara el televisor para hacerla.

domingo, 20 de febrero de 2011

Cómo despegar a los niños


Cuando un pequeño es incapaz de resolver un problema sencillo por sí mismo, jamás toma una decisión propia, se muestra excesivamente dependiente de nosotros, hay que reflexionar sobre lo que puede estar ocurriendo. Quizá lo estamos sobreprotegiendo, nos angustia que se aleje de nuestro lado, en el fondo no queremos que crezca tan rápido...

Si es así, deberíamos intentar modificar nuestra actitud. Pero, si la cosa es seria y escapa a nuestro control, es importante visitar aun buen psicólogo infantil para que nos oriente.

viernes, 18 de febrero de 2011

Nos necesitan más que antes


Entre los 7 y 10 años los hijos deben tener la seguridad de que, si necesitan un consejo, precisan que los escuchemos o que les demos una mano en un conflicto que escapa a sus posibilidades y a su control, cuentan con nosotros.

Por eso, hay que esforzarse por mantener siempre abierta la comunicación. Eso sí, sin abrumarlos con nuestra constante presencia. Esto no significa, evidentemente, que debamos desentendernos y pretender que se desenvuelvan solos desde temprano.

Tengamos en cuenta que un niño que no pide ayuda jamás puede estar necesitándola más que ninguno. Quizás ha renunciado a pedirla porque se siente demasiado exigido por nuestro deseo de que sea autónomo y cree que no estamos lo bastante cerca.

Procuremos estar disponibles. Busquemos tiempo para pasarlo juntos, para dialogar, para compartir. Y no bajemos la guardia, ya que nuestros hijos nos necesitan, sin duda, aunque de una manera distinta.

jueves, 17 de febrero de 2011

El camino hacia la autonomía


Todos los padres sabemos que, para que nuestros hijos se desarrollen saludables y felices, es preciso que aprendan gradualmente a valerse por sí mismos. Cuando empiezan a hacer cosas solos, se sienten valiosos y competentes. Y éstos son sentimientos fundamentales, pilares de una evolución satisfactoria.

Pero solos quiere decir sin nuestra ayuda adulta. No obstante, necesitan el soporte de sus iguales, otros niños que estén pasando por los mismos avatares del crecimiento.

Sin embargo, la comprensión y ayuda de los demás niños de su edad es bastante relativa. En esta etapa la amistad se caracteriza por su intensidad, pero también por su fugacidad. La más íntima relación puede deshacerse como la espuma y convertirse al día siguiente en una enconada e insalvable rivalidad entre ellos.


Nuestro papel, como padres, no consiste en ofendernos por sus desplantes, su mutismo o su complicidad con otros pequeños, Por el contrario, nosotros debemos dejar claro que "estamos ahí siempre".


Ellos deben saber que nosotros no vamos a desaparecer, sino que vamos a respaldarlos y quererlos incondicionalmente. El discreto pero fundamental segundo plano de los padres consiste en dejar que los niños ensayen su autonomía, pero permaneciendo cerca de ellos.

domingo, 6 de febrero de 2011

Un diálogo fluido


Pero tanto en la política como en la familia la democracia tiene sus límites. Por ejemplo, en asuntos de libertad personal. Al igual que el hijo no pide permiso a la hora de elegir a sus amigos, los padres no pueden exponer al criterio de los hijos asuntos de su incumbencia exclusiva, como una separación o una mudanza. Pero, en ambos casos, todos tienen derecho a ser informados. Los secretos familiares son nefastos para los niños. Aunque no puedan cambiar nada, al menos sentirán que se los tiene en cuenta.

En una familia democrática nadie debería sentirse perdedor. Dedicar horas a discutir problemas familiares con los hijos puede asustar a algunos padres porque, en principio, mandar es más rápido que dialogar, pero sólo a corto plazo: los padres que optan por dar órdenes pierden mucho tiempo, y nervios, en repetir, recordar, retar y controlar.

Además, no todos los problemas requieren una reunión familiar; también podemos dejar que los hermanos acuerden soluciones para sus propios conflictos.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Los hijos crecen


Para los niños pequeños, los padres son figuras tan grandes que cualquier mandatario político parece poca cosa a su lado. Poco a poco, los niños abandonan su estado inicial de ignorancia. Y cuantas más experiencias acumulen, más claro comprenderán que sus papas no son omnipotentes y que la mayor edad no confiere necesariamente mayor sabiduría.

Ya a los dos años los pequeños desarrollan una voluntad propia que no siempre coincide con la de sus progenitores. Sería necio aconsejar que se los deje hacer lo que quieran, pero sí hay que empezar a tomar su voluntad en cuenta. Es precisamente a esta clase de democracia a la que nos referimos: a que se consideren las opiniones, los deseos y los sentimientos de todos los miembros de la familia.

Cuando en un conflicto o una diferencia de opinión una de las dos partes impone su voluntad, la otra tiene la impresión de haber perdido la batalla. Sus sentimientos sólo pueden ser negativos: frustración, rabia, agresividad, quizá impotencia y resignación. En una familia democrática nadie debería sentirse perdedor.

Los pequeños expresan sus deseos y sentimientos en forma velada. Por eso, la primera premisa para construir la democracia familiar consiste en escucharlos bien. La nena de dos años que a toda costa quiere ponerse su remera roja, tiene sus razones, aunque no sepa explicarlas. Para tomar en cuenta la incipiente voluntad de la pequeña, sus padres deberían ofrecerle, siempre que fuera posible, dos opciones: "¿Quieres ponerte este pantalón o prefieres el vestido?", "¿Te bañas ahora o después de cenar?".

martes, 1 de febrero de 2011

Familias democráticas

Está claro que la última decisión debe corresponder a los padres, pero considerar las opiniones de los hijos contribuye a crear un buen clima familiar.

Nadie querrá afirmar en serio que una dictadura es preferible a un sistema democrático. Sin embargo, dentro de la familia se conservan estructuras de poder que distan mucho de ser democráticas. Naturalmente, los padres de hoy son dictadores bondadosos, que explican y tratan de convencer. Pero la última palabra, desde luego, la tienen ellos.

Por supuesto que hay muchas cuestiones que no podemos negociar con los hijos porque, si por ellos fuera, tal vez no encontrarían el momento apropiado para irse a la cama ni el mejor día para comer pescado.

martes, 18 de enero de 2011

Cuando los papeles se confunden en la familia


Si comparamos a la familia con una orquesta, cada miembro debe saber qué instrumento ha de tocar para que el conjunto sea armonioso.

Cada familia tiene una estructura especifica. Esta estructura puede ser sólida y sabia, un sostén para todos sus miembros, pero también puede ser confusa y enferma. Depende de qué lugar ocupa cada uno y de si todos son aceptados y queridos de acuerdo con su edad, carácter y habilidades.

Cada uno, su propio lugar

Hay estructuras diáfanas como el cristal. Los grupos generacionales son fácilmente identificables, se reconoce a primera vista quién pertenece a qué generación, quién encabeza la jerarquía familiar y quién desempeña un papel un poco marginal.

En las estructuras confusas, en cambio, la relación entre las personas está enredada como un ovillo de lana. Falta una organización clara, los grupos generacionales fluctúan y los papeles se intercambian. Niños cuidan de sus padres, adolescentes asumen responsabilidades propias de adultos o son dependientes como niños, padres se muestran indefensos..., todo el orden está alterado.

Sin una estructura clara, la familia se tambalea. Nadie sabe a ciencia cierta cuáles son sus competencias ni qué papel le está asignado. Por ello, cada familia necesita unas reglas que deben ser respetadas por todos.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Los niños del Campo

Los niños del Campo
Condición de vida
Para comenzar, hay menos gentes que viven en el campo. La educación de los hijos en una población, en un solar pequeño o en un piso de una casa de vecindad, presupone la carencia de la libertad de que gozan los niños del campo. Las energías reprimidas tienen que tener su escape: las entretenciones del niño de la ciudad bien pueden resultar enojosas porque es posible que sus vueltas y revueltas atenten contra la tranquilidad y la pertenencia de los vecinos más inmediatos. Los chicos de la ciudad ni siquiera pueden cantar, silbar o gritar como sus primos de tierra adentro. En un piso, tendrán que ponerse las pantuflas apenas llegan a casa para que su holgorio no moleste a la familia de abajo.

martes, 23 de noviembre de 2010

Hijos de diez años

Hijos de diez años
Desarrollo físico y aptitudes en los niños de 10 a 11 años. Es posible que aumente rápidamente el peso en las niñas. Tiene 14 o 16 dientes permanentes. Perseverante en sus afanes por ganar en destreza física; le da particular importancia a la ejecución en las proezas físicas. La gravitación hacia las actividades arriesgadas hace aún más urgente la seguridad de los lugares de deporte. Los muchachos son más activos y rudos en los juegos que las chicas.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Problemas padres

Problemas padres
Cómo influyen los problemas de los padres en la elección de los hijos
La situación económica, los horarios, la duración de los estudios, la profesión de los padres, los valores familiares juegan un rol importante en el momento de optar. ¿Está la familia en condiciones de sostener una carrera terciaria? ¿Deberá el estudiante costearse sus estudios?

Estos interrogantes deberán ser revisados por la familia antes de decidir los estudios para poder medir con cierta cuota de realidad las posibilidades concretas de llevar adelante una carrera. Así se definirá el tiempo en que se piensa cursar y el horario elegido. Hay carreras a las que se debe concurrir diariamente otras, sumando los teóricos y prácticos, insumen todo el día y, finalmente, están aquellas que se puede asistir de noche.

Al hacer una elección debemos tener en cuenta que nos llevará tiempo de formación y que ese tiempo no se acaba con la obtención del título sino que prosigue durante todo su ejercicio. Terminada la carrera, la ocupación demandará gran parte del día. Una elección vocacional supone decidir ser algo muchas horas, es una inversión significativa de tiempo donde lo importante es sentir que uno es feliz con lo que hace.

Nunca olvidemos que les dimos la vida, pero que ella no nos pertenece. Ayudémoslos a crecer. Dejemos que desplieguen sus propias alas y que elijan por sí mismos qué es lo que quieren hacer de su existencia.

viernes, 16 de abril de 2010

Relacion de padres e hijos


El amor y los padres de adolescentes

Los padres deben acompañar a sus chicos adolescentes en este malestar, y no burlarse de su tristeza. Muchos adultos satirizan o toman en broma estas pequeñas-grandes angustias de amor de sus hijos. Esto no es correcto porque por su edad consideran que es trascendente lo que están viviendo y es importante respetarlos.

No se debe minimizar su dolor porque sea adolescente. Los chicos también sufren, y los padres deben compartir y ayudarlos a superar este trance.

Sin embargo, algunos padres reaccionan agrandando de tal manera este mal de amor, que termina siendo perjudicial. Sus hijos lloran y ellos también. Se identifican tanto con sus chicos que pierden madurez. Creen que como esa relación amorosa falló ningún otro buen candidato aparecerá. Todo está perdido, piensan, y así desaniman más a su adolescente.

Lo adecuado es tomar una posición equilibrada, acompañándolos en su angustia, pero no desesperándose como ellos. ¿Cómo? Escuchándolos, aconsejándolos y ayudándolos a superar el dolor por no ser correspondidos. Debemos estimular su autoestima e infundirles con calidez confianza en sí mismos. No hay que desesperarse junto a ellos. El adulto puede identificarse con el dolor adolescente porque conoce lo que son los males del amor, pero también debe conservar cierta distancia para tironearlo a salir del pozo. No sirve hundirse con él. Los padres deben ser balsas.

Estas crisis pueden servir de oportunidad para mejorar el vínculo padres-hijos que muchas veces se quiebra en la adolescencia por la rebeldía y el desafío que manifiestan los jóvenes. Si los padres demuestran que están seguros de su autoridad, que tienen experiencia de vida y capacidad para comprender las desesperanzas y deseos de los más chicos podrán utilizar esta crisis para recomponer y mejorar la relación que tienen con sus hijos.