Una observación profunda nos permitiría determinar el motivo por el cual las cosas en casa funcionan mal. pero, ¿quién puede dominar tan a fondo sus propias necesidades y sentimientos como para proceder sin más trámite a cambios radicales de conducta? En realidad, jamás renunciamos del todo a la irracionalidad que nos hacía gritar cuando teníamos cinco años esta muñeca es mía, aunque la muñeca fuese un despojo y ya fuera desechada mucho tiempo atrás.
Pero analicemos estas frases que suelen ser parte de nuestra cotidianidad y muy comunes en el trato con los chicos; ésas que nos hacen creer que lo tenemos todo bajo control.
• Es necesario que aprendas a compartir.
• Vas a ver cuando venga papá.
• Con la edad vas a darte cuenta de lo malo que fuiste hoy.
• Tenes que traer eso porque fuiste el que lo llevó.
• Dije que lo trajeras ahora mismo; después de todo, ésta es mi casa y la de papá.
• No te vas a mover de tu cuarto hasta que no...
Con estas y otras frases controladoras alejamos nuestro temor a lo imprevisto o irreversible. Sí todo el mundo en casa hace la cosas que deseamos, nos parece que el peligro queda lejos. Y es así como nos negamos a tomar conciencia de que cuando todo parece completísimo se deja de crecer. Sin las pequeñas disputas domésticas, los niños crecen demasiado apegados a sus padres y se asfixian. Porque pelear es defender la identidad y separarse de la familia es doloroso, pero hay que ir preparándose para eso.
Pero analicemos estas frases que suelen ser parte de nuestra cotidianidad y muy comunes en el trato con los chicos; ésas que nos hacen creer que lo tenemos todo bajo control.
• Es necesario que aprendas a compartir.
• Vas a ver cuando venga papá.
• Con la edad vas a darte cuenta de lo malo que fuiste hoy.
• Tenes que traer eso porque fuiste el que lo llevó.
• Dije que lo trajeras ahora mismo; después de todo, ésta es mi casa y la de papá.
• No te vas a mover de tu cuarto hasta que no...
Con estas y otras frases controladoras alejamos nuestro temor a lo imprevisto o irreversible. Sí todo el mundo en casa hace la cosas que deseamos, nos parece que el peligro queda lejos. Y es así como nos negamos a tomar conciencia de que cuando todo parece completísimo se deja de crecer. Sin las pequeñas disputas domésticas, los niños crecen demasiado apegados a sus padres y se asfixian. Porque pelear es defender la identidad y separarse de la familia es doloroso, pero hay que ir preparándose para eso.