El cambio de dientes es precedido por un fenómeno de gran importancia: la irrupción del primer molar definitivo, situado detrás de la segunda muela de leche. Recibe el nombre de «diente de los seis años» y reviste un gran valor morfogenético pues constituye una especie de tope que define el espacio anterior para el cambio de los dientes, en tanto que el crecimiento ulterior de las mandíbulas formará, detrás de éstos, el lugar para la erupción de los otros dos molares.
El diente de leche cae porque su raíz se desgasta a causa de la acción mecánica practicada por el crecimiento del diente definitivo. Una vez destruida la raíz, la corona permanece adherida al borde de la encía sólo al nivel del cuello, y basta entonces la masticación o un breve tirón para arrancarlo. Los fenómenos de la caída de los dientes de leche y de la aparición de los definitivos se manifiestan con el mismo ritmo de la dentición primera.
Sin embargo, el intervalo es mayor y dura, en general, desde el sexto año hasta el duodécimo. Primero se produce con rapidez el cambio de los incisivos, después sobreviene la sustitución de los molares de leche por los premolares definitivos, y por último les llega la vez a los caninos. Estos últimos pueden cambiarse incluso a los trece años. El tercer molar, llamado también «muela del juicio», crece después de cumplidos los diecisiete años, pero a veces se retrasa y llega a surgir alrededor de los treinta años, e incluso puede dejar de hacer su aparición y quedar oculto en el hueso maxilar o en la encía. Cuando se producen desequilibrios entre el crecimiento de los dientes y el de la mandíbula, el tercer molar aparece en el inicio del tramo ascendente y provoca sensibles trastornos, hasta el punto de ser necesaria su extracción aunque esté sano.