Nos inclinamos a mirar con menos atención a los niños de edad escolar porque su desarrollo no es, ni con mucho, tan evidente como el del niño de tierna edad. El crecimiento corporal se ha hecho más lento. El desenvolvimiento mental se verifica con tanta pausa que lo damos por cosa hecha. Cuando el niño empieza a aprender a hablar todo lo que dice es una novedad y un prodigio. Una vez que llega hacia la mitad de su infancia su capacidad para comprender las cosas y para expresarse ha progresado a tal punto que lo que dice deja de ser extraordinario. Su raciocinio ha mejorado mucho; ya no cree ciegamente en cuentos de hadas ni afirma que son las ramas de los árboles las que hacen que el viento sople.
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miércoles, 5 de agosto de 2009
La edad escolar
Nos inclinamos a mirar con menos atención a los niños de edad escolar porque su desarrollo no es, ni con mucho, tan evidente como el del niño de tierna edad. El crecimiento corporal se ha hecho más lento. El desenvolvimiento mental se verifica con tanta pausa que lo damos por cosa hecha. Cuando el niño empieza a aprender a hablar todo lo que dice es una novedad y un prodigio. Una vez que llega hacia la mitad de su infancia su capacidad para comprender las cosas y para expresarse ha progresado a tal punto que lo que dice deja de ser extraordinario. Su raciocinio ha mejorado mucho; ya no cree ciegamente en cuentos de hadas ni afirma que son las ramas de los árboles las que hacen que el viento sople.
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