LA CARIES ES FAVORECIDA POR EL AZÚCAR

Los médicos todavía no han logrado explicarse con exactitud las causas de la caries dentaria. Es verdad que la alimentación de la madre, durante el período del embarazo, y la del lactante revisten gran importancia para la formación de los dientes, pero intervienen además factores hereditarios.

Los dientes que parecen más robustos suelen cariarse más tarde que los demás. Los dentistas opinan que una de las causas principales de la caries es el ácido láctico, formado por la fermentación de los azúcares y ácidos que ingerimos, y que la provocan las bacterias que viven en la cavidad bucal y que se alimentan con dicho ácido.

Tal es el motivo de que la afición a comer caramelos entre las diferentes comidas, o bien turrones o chocolate, frutas confitadas o galletas, pueda ser causante de la caries. También las frutas contienen azúcares, pero en formas muy diluidas. Las amidas que ingerimos en grandes cantidades (con las patatas, las pastas y el pan) no se adhieren con facilidad a los dientes, pero en lo que se refiere a la caries, suele ser nociva la ingestión de azúcares y amidas que permanezcan pegados durante largo tiempo a la superficie de aquéllos.

Correcta alimentación de nuestros hijos

LA TELE, ¿INVITADA A LA MESA? Comer frente a la pequeña pantalla es una costumbre bastante extendida, niños agresivos. Cuando por falta de tiempo, de ganas o de imaginación, los padres no pueden prestar atención a sus hijos, encender la televisión se convierte en un recurso siempre a mano.

Pero esto, aunque puede ser admisible ocasionalmente o en algunas de las comidas (la merienda, por ejemplo), debería evitarse como costumbre. La hora de la comida debe fomentar el diálogo, las risas, los comentarios y la tranquilidad. De lo contrario, el clima familiar se irá empobreciendo.

Como niño

¿Niño o cochinito? Enséñale a comer bien
Mi hijo de 10 años, cenaba tan rápido y con tanta ansiedad por levantarse de la mesa que siempre se manchaba la ropa. Sus hermanas pequeñas se burlaban de él, pero el niño, al parecer, no podía evitar esta forma de comer. Para resolver el problema decidimos hacer un pacto familiar.
Estipulamos que todos comeríamos más despacio, explicándoles a los niños que comer deprisa no es saludable. Además, acordamos que ninguno se levantaría de la mesa hasta que los otros hubiesen acabado y así tener tiempo de charlar después de un largo día de no vernos. Poco a poco, el niño se ha ido tranquilizando, ya come mejor y más lentamente. Creo que hemos dado en el clavo.