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viernes, 6 de abril de 2012

Miedos de una madre


Y todo surgió cuando comenzó a latir dentro de mí. Ahí estaba tan inmóvil, tan silenciosa, tan presente. Entonces tuve miedo: ¿Estará bien? ¿Crecerá sana? ¿Qué sentirá? Se me ocurrió protegerla, para mí era el tesoro más preciado y quise tenerla como en una cajita de cristal. ¿Sería posible eso?

Pronto sentí que un pececito muy inquieto nadaba en mi vientre. Desde ese momento, en cada patadita, una lágrima; en cada hipar, una risa; en cada movimiento, una gran emoción. Entonces sí. Era más evidente que ahí estaba y con sólo sentir eso, otra vez llegó el miedo. ¿Le hará mal si lloro? ¿De qué lado me acuesto para no molestarla? ¿Si grito se asustará? Y si me enfermo, ¿qué le pasará? Por eso, quise protegerla y traté de construir para ella una cajita de cristal.

Nació Maité, la beba más hermosa, más bonita, más perfecta, tan chiquita y frágil, tan indefensa... Y otra vez el miedo. ¿Tendrá frío? ¿Tendrá hambre? ¿Le dolerá algo? ¿Y si se enferma? ¿Respira bien? ¿Se mueve? De nuevo quise protegerla y estuve pendiente de mi preciado tesoro, de sus sueños, sus llantos y sus risas... ¡Por supuesto, le construí una cajita de cristal!

Cumplió el año, ya camina y, por lo tanto, ya se aleja más de mí y entonces el peligro es más inminente. Tropiezos, caídas, accidentes... Siento miedo y quiero protegerla pero su independencia me da más miedo aún. ¿Cómo hacer para controlarme? Todo se me va de las manos. Mi beba comienza a esfumarse y con ella también mi cajita de cristal que alguna vez existió y que hoy quisiera seguir existiendo. ¿Podrá?

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