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viernes, 6 de julio de 2012

Tener un hijo inesperadamente


Es casi infaltable. Cuando llega un chico después de varios años la madre se da todos los gustos con él: es el hijo del placer, del disfrute. Ella ya no tiene que demostrar a nadie que es una buena madre, porque la materia está sobradamente aprobada con los otros chicos, sanos, felices, saludables. A este último lo goza sin tensiones, sin las exigencias que tuvo con el primero y el segundo. Mamá se permite criarlo con menos restricciones y menos miedos, más tranquila.

Además, está acompañada por los otros, lo que le da cierta seguridad.  'Me doy cuenta del valor de la experiencia; es increíble, pero a María de los Angeles la crío libremente. No me siento atada y hasta la saqué a los quince días. Antes no me hubiera animado, era más temerosa", reflexiona Lucy. Ella tuvo que volver a empezar, porque "no tenía nada, ni ropa ni moisés; hacía nueveaños que no había un bebé en la familia' '. Pero recomenzar fue una inyección de vitalidad incomparable, una manera de ser jóvenes otra vez, de tener nuevos proyectos y nuevas ganas.

Toque de juventud

Ahora es papá quien habla de su experiencia. "Yo tenía los mismos miedos que tuve en los dos nacimientos anteriores, sobre todo porque sabía que Lucy iba a pasar por una cesárea. Pero ella tenía mucha fortaleza física y anímica y todo salió bien. Mi mujer ha tomado el papel de madre con una serenidad y responsabilidad de las que ahora tomo más conciencia. Con los chicos trata de buscar las soluciones por el camino más simple: por el lado del afecto y de la atención.

"Para mí, éste fue el nacimiento más emotivo. No sé, quizá por la responsabilidad ante los otros chicos, por la necesidad de brindarles felicidad con este hermano. La beba llegó en un tramo muy especial de nuestras vidas, y lleva las de ganar. Nos encuentra en otra edad, más seguros, más calmos. Tiene el respaldo de un sólida estructura familiar que todavía no habíamos logrado cuando nacieron los dos primeros. Antes de su nacimiento yo sentía que los objetivos que me había propuesto estaban cumplidos, y me había aquietado un poco. Estaba entrando inconscientemente en el camino de la jubilación y no tenía más expectativas. Esta criatura me trajo un toque de juventud, de voluntad. 

Quiero hacer cosas nuevas, seguir evolucionando, cambiar. Se me cruzan ideas, tengo ganas de emprender otros proyectos. Pero todo surge naturalmente, sin imponérmelo, y eso me gusta."

La movilización beneficiosa que puede traer un bebé a una familia, cuando llega en un momento en que todo hacía pensar que no iba a haber más hijos, está muy clara en las palabras de Ricardo.

Esta gorda los "tiraniza" con alegría y es el centro de la casa. Cada cambio y cada progreso es seguido paso a paso por sus hermanos y padres: "ahora llora con lágrimas"; "le hizo la mamadera, pero prefiere la teta"; "ya come papilla". La abuela y las tías tampoco se quedan atrás, sus visitas se han multiplicado y el motivo es obvio. Es que la bebita los convoca tiernamente y no dejan de manifestarlo: "Nos tiene loco", "nada vale más que esa sonrisita'', "al padre y a mí nos tiene en el bolsillo"...

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