En 1947 se fundó la Hammer, la productora cinematográfica del mejor terror británico. Sus éxitos fueron, unos tras otros, revisando los mitos del género: Frankenstein, Drácula, el hombre-lobo, el doctor Jekyll y míster Hyde, la momia, el fantasma de la ópera... Pero esto es casi la prehistoria.
Junto a los clásicos del terror surgen hoy toda clase de individuos deformes, gracias a la labor de hábiles maquilladores y a la espectacularidad de las nuevas técnicas cinematográficas. Hay monstruos amables, como los creados por el desaparecido Jim Henson o los que aparecen en las películas de Spielberg. Y hay otros a los que desearíamos no encontrarnos nunca fuera de la pantalla. Tal es el caso de Freddy Krueger, ese tipo con el que no se puede dormir tranquilo.
Pero nuevamente hay que decir que a los niños no parece impresionarles la profusión de visceras. Basta con asomarse a una sala donde proyecten Pesadilla para quedarse perplejo ante la edad media de los espectadores. Wes Craven, el director del primer film de la serie, explicaba su éxito entre el público adolescente, basándose en que los desarreglos de la pubertad hacen sentirse a los niños como una especie de mutantes monstruosos. Ultimamente, en la quinta Pesadilla (rodada en tres dimensiones, para mayor impresión), la edad media de los fans de Freddy ha seguido bajando.
¿Es que no tienen miedo? Un colaborador de esta revista contaba que se había negado a llevar a su hijo (9 años) a ver esta película porque podía asustarse. El niño protestó violentamente y también sus amigos: "Claro que le va a dar miedo. ¡A ver si te crees que nosotros lo pasamos bien!".
Otra madre decía que su hija (8 años) había visto la película con su papá, pero que le pidió volver de nuevo con ella. "Yo accedí -cuenta-, pero debía de tener tal cara de susto, que la nena me tapó los ojos en una escena y me dijo: 'Ahora no mires, mamá, que esto es muy fuerte'".
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