La familia democrática
Los problemas que confrontan los padres se multiplican, por consiguiente, conforme se va complicando la vida. Nadie puede aislarse de un mundo de compás cada vez más acelerado y de naturaleza tan compleja. Sea como fuere, los padres pertenecen a este mundo singular que se insinúa en nuestra conciencia a toda hora del día. Muy suyo es el privilegio de dar el temple a la vida de familia que ha de preparar a sus hijos para manejarse en un ambiente en que su destino les obliga a adoptar una actitud comprensiva para todo el mundo.
¿De qué carácter ha de ser la vida familiar que ha de incitarles a ello?
La familia es en sí un mundo diminuto en el cual los hijos se ejercitan y preparan para una vida de mayores horizontes. A menos que la vida familiar esté empapada de un sano espíritu de democracia y cooperación, ¿cómo ha de esperarse que los hijos adquieran aquellas aptitudes que han de permitirles formar parte de una sociedad que sólo puede perdurar si todos en uno se empeñan en que marche bien?
Los actuales anhelos por encontrar la senda de un mejor entendimiento entre las naciones, de rechazo tal vez nos haga sentirnos abochornados del estado en que se encuentran las relaciones de familia, hoy día tan necesitadas de reforma. Estamos en la obligación de saber hasta qué punto la vida de familia puede ser más valiosa para todos y cada uno de sus miembros y de proponernos hacer de nuestra vida hogareña una vida de solidaridad ejemplar.
Los problemas que confrontan los padres se multiplican, por consiguiente, conforme se va complicando la vida. Nadie puede aislarse de un mundo de compás cada vez más acelerado y de naturaleza tan compleja. Sea como fuere, los padres pertenecen a este mundo singular que se insinúa en nuestra conciencia a toda hora del día. Muy suyo es el privilegio de dar el temple a la vida de familia que ha de preparar a sus hijos para manejarse en un ambiente en que su destino les obliga a adoptar una actitud comprensiva para todo el mundo.
¿De qué carácter ha de ser la vida familiar que ha de incitarles a ello?
La familia es en sí un mundo diminuto en el cual los hijos se ejercitan y preparan para una vida de mayores horizontes. A menos que la vida familiar esté empapada de un sano espíritu de democracia y cooperación, ¿cómo ha de esperarse que los hijos adquieran aquellas aptitudes que han de permitirles formar parte de una sociedad que sólo puede perdurar si todos en uno se empeñan en que marche bien?
Los actuales anhelos por encontrar la senda de un mejor entendimiento entre las naciones, de rechazo tal vez nos haga sentirnos abochornados del estado en que se encuentran las relaciones de familia, hoy día tan necesitadas de reforma. Estamos en la obligación de saber hasta qué punto la vida de familia puede ser más valiosa para todos y cada uno de sus miembros y de proponernos hacer de nuestra vida hogareña una vida de solidaridad ejemplar.
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