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sábado, 21 de julio de 2012

Relación con los hijos de la pareja


"Cuando me casé, vivíamos en mi departamento mis hijos y yo. Carlos se mudó y creo que todos le hicimos un lugar. La verdad es que nos arreglamos bastante bien, pero los hijos de él (dos adolescentes que vivían con su mamá) cada semana inventaban algo para generar "mala onda" y, sobre todo, mucha culpa en su padre. El sentía que ellos no tenían allí un lugar cómodo. Nuestra realidad económica tampoco nos permitía ni  soñar con mudarnos a algo más grande y sólo por una noche a la semana y un fin de semana por medio."

"Cuando mi papá se casó con ella... Bueno, nunca se casó; se fueron a vivir juntos, él se instaló en un petit -hotel que ella tenía en Núñez. Todos tenían dormitorios cómodos y amplios menos yo, que cada vez que iba dormía en un cuartito que había arriba, donde apenas entraba mi cama. No sé cómo mi papá permitió eso. Al final, cuando pude zafar, iba a comer y después me volvía a casa. Tampoco tenía sentido armar una pelea y yo sentía que lo ponía a mi papá en .el medio."


La realidad económica interfiere también en estos vínculos altamente sensibilizados señalando a veces situaciones que no son expresadas de otro modo. Para la pareja era obvio que el hecho de que los chicos de él durmieran en el cuartito no respondía a la falta de amor o de aceptación sino a la falta de dinero, y les pareció que no valía la pena comentarlo.

Sin embargo, siempre es importante blanquear la situación y hablar para que cada uno muestre su enojo y sus necesidades. Así, tanto los chicos por no sentirse incluidos, como ellos por no sentirse reconocidos en sus esfuerzos, terminaron mal, no queridos, y los malos entendidos aumentaron esa sensación.

Aunque sea una verdad de Perogrullo, el abordaje de los hijos debe ser paciente, gradual y no intrusivo. Hay que aceptar que ningún vínculo (salvo el amor a primera vista) es instantáneo. Sobre todo en estos casos en los que hay tantas lealtades inconscientes en juego. Por otra parte, y aunque
suene poco romántico, debe recordarse que nadie está obligado a querernos "por decreto". El amor no es un bien transferible: "si Carlos me quiere a mí, sus hijos me querrán", o al revés: "si quiero a Carlos, quiero a sus hijos". El amor es una construcción y requiere tiempo y artesanía.