Hay muchos niños a los que les cuesta conciliar el sueño, se despiertan con pesadillas y tardan en volver a dormirse. Trastornos cuyas causas hay que averiguar cuanto antes.
Asimismo son frecuentes las angustias producidas por la visión o conocimiento de hechos trágicos: accidentes, atentados... que se dramatizan aún más si los mismos padres son ansiosos y transmiten al niño su mentalidad temerosa del mundo.
Los niños más propensos a tener trastornos del sueño suelen ser temerosos, afectivos, imaginativos y sugestionables. Se alteran con facilidad y suelen estar sometidos a presiones ambientales, sociales o educativas que los desbordan. Muchos de ellos han tenido ya problemas de sueño en la primera infancia.
Estos trastornos del sueño a veces son pasajeros. Puede ser conveniente permitir al niño una pequeña regresión. Queremos decir que las mismas "recetas" que servían para calmar el sueño de un niño de dos años pueden tener también su aplicación ahora. Ya no vamos a contarle el cuento de Blancanieves, desde luego, pero sí podemos acompañarlo un rato antes de dormir. Nuestra atención y afecto todavía tienen un gran poder para tranquilizarlo. Un rato de charla junto a su cama puede ser la ocasión para recuperar la comunicación perdida por falta de tiempo.
También es momento de que intentemos sintonizar con él, de observarlo y tratar de averiguar qué es lo que puede estar angustiándolo. Normalmente, los trastornos del sueño no se dan como algo aislado. Si estamos atentos, no nos costará encontrar otros signos de que algo lo está inquietando: morderse las uñas, agitación excesiva, quizás tristeza o temores...
Asimismo son frecuentes las angustias producidas por la visión o conocimiento de hechos trágicos: accidentes, atentados... que se dramatizan aún más si los mismos padres son ansiosos y transmiten al niño su mentalidad temerosa del mundo.
Los niños más propensos a tener trastornos del sueño suelen ser temerosos, afectivos, imaginativos y sugestionables. Se alteran con facilidad y suelen estar sometidos a presiones ambientales, sociales o educativas que los desbordan. Muchos de ellos han tenido ya problemas de sueño en la primera infancia.
Estos trastornos del sueño a veces son pasajeros. Puede ser conveniente permitir al niño una pequeña regresión. Queremos decir que las mismas "recetas" que servían para calmar el sueño de un niño de dos años pueden tener también su aplicación ahora. Ya no vamos a contarle el cuento de Blancanieves, desde luego, pero sí podemos acompañarlo un rato antes de dormir. Nuestra atención y afecto todavía tienen un gran poder para tranquilizarlo. Un rato de charla junto a su cama puede ser la ocasión para recuperar la comunicación perdida por falta de tiempo.
También es momento de que intentemos sintonizar con él, de observarlo y tratar de averiguar qué es lo que puede estar angustiándolo. Normalmente, los trastornos del sueño no se dan como algo aislado. Si estamos atentos, no nos costará encontrar otros signos de que algo lo está inquietando: morderse las uñas, agitación excesiva, quizás tristeza o temores...