Hacia los nueve o diez años comienzan a hacérseles insoportables las niñas a los chicos, y ellas, por su parte, les miran con desdén. Pueden convivir bien las niñas con los niños cuando se trata de juegos que requieren muchos jugadores. Pero las chicas son unas asustadizas, dicen los varoncitos, que gozan en oírlas chillar cuando les pasan ratoncillos muertos por las narices o cuando les agarran los tobillos bajo el agua. Y los chicos son muy brutos y descuidados, según ellas. ¿Es que alguna vez se peinan? Pero todo este exagerado desprecio que se prodigan encubre una atracción que antes de muchos años ha de ser muy fuerte.
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