• Cuándo decir "no "
Si ante la persistente presión de los hijos, los padres ceden, sin duda lo que hacen es repetir un modelo que se arrastra desde tiempo atrás, cuando al no poder tolerar la explosión de un berrinche se entregaron a sus exigencias.
Al empezar a preguntarse si es justo o razonable poner un límite al "dame más" ropa, más salidas nocturnas, más dinero o al "dame, dame, dame"... seguramente empezarán a modificar ese modelo de comportamiento buscando formas de pactar con ellos sin tantos choques. Traten de ser consecuentes con el "no". No demuestren enojo, manténganse firmes y coherentes en sus posiciones.
• El desorden en la habitación
"No tengo tiempo". "No me controlen mis cosas". "Yo estoy cómodo". Son Algunas de las expresiones con las que se habrán topado más de una vez. Si se enredan en peleas estériles, sólo se generarán problemas mayores. Comiencen, en principio, por cerrar la puerta del dormitorio para no enfurecerse demasiado, y luego prueben elaborar conjuntamente una especie de "plan de tareas" en donde el adolescente tendrá la oportunidad de elegir cuándo es el momento adecuado para realizarlas.
De no perseguirlos con recriminaciones, por su cuenta pondrán un orden, que evidentemente responderá a sus propias necesidades de conseguir una organización y equilibrio interior. Los jóvenes quieren sentir que tienen el derecho de controlar su vida personal.
• Espacios propios, espacios comunes
¿Quién podrá más? -se preguntan muchos padres desorientados-. El problema emergente aquí es que parten de una incorrecta formulación, donde la puja se asienta en quién tiene el poder. Con frecuencia los adultos no les dejan margen para compartir los espacios familiares y alegan en tono autoritario: "En esta casa las cosas se hacen o se hacen". Se crea un clima de incomodidad donde ambas partes se disputan espacios de pertenencia, que se opone al auténtico concepto de le que significa compartir.
Ni su música preferida debe aturdír nuestros oídos, ni nosotros debemos gritarles que bajen esa "horrible música", en un mal intento de ejercicio de autoridad paternal. Hagan un trato con ellos y procuren encontrar formas posibles para conciliar los gustos en un diálogo que resulte incluyente y no un monólogo unilateral. Establecer un compromiso de convivencia, con límites razonables, será una buena política para implementar en la casa.
Si ante la persistente presión de los hijos, los padres ceden, sin duda lo que hacen es repetir un modelo que se arrastra desde tiempo atrás, cuando al no poder tolerar la explosión de un berrinche se entregaron a sus exigencias.
Al empezar a preguntarse si es justo o razonable poner un límite al "dame más" ropa, más salidas nocturnas, más dinero o al "dame, dame, dame"... seguramente empezarán a modificar ese modelo de comportamiento buscando formas de pactar con ellos sin tantos choques. Traten de ser consecuentes con el "no". No demuestren enojo, manténganse firmes y coherentes en sus posiciones.
• El desorden en la habitación
"No tengo tiempo". "No me controlen mis cosas". "Yo estoy cómodo". Son Algunas de las expresiones con las que se habrán topado más de una vez. Si se enredan en peleas estériles, sólo se generarán problemas mayores. Comiencen, en principio, por cerrar la puerta del dormitorio para no enfurecerse demasiado, y luego prueben elaborar conjuntamente una especie de "plan de tareas" en donde el adolescente tendrá la oportunidad de elegir cuándo es el momento adecuado para realizarlas.
De no perseguirlos con recriminaciones, por su cuenta pondrán un orden, que evidentemente responderá a sus propias necesidades de conseguir una organización y equilibrio interior. Los jóvenes quieren sentir que tienen el derecho de controlar su vida personal.
• Espacios propios, espacios comunes
¿Quién podrá más? -se preguntan muchos padres desorientados-. El problema emergente aquí es que parten de una incorrecta formulación, donde la puja se asienta en quién tiene el poder. Con frecuencia los adultos no les dejan margen para compartir los espacios familiares y alegan en tono autoritario: "En esta casa las cosas se hacen o se hacen". Se crea un clima de incomodidad donde ambas partes se disputan espacios de pertenencia, que se opone al auténtico concepto de le que significa compartir.
Ni su música preferida debe aturdír nuestros oídos, ni nosotros debemos gritarles que bajen esa "horrible música", en un mal intento de ejercicio de autoridad paternal. Hagan un trato con ellos y procuren encontrar formas posibles para conciliar los gustos en un diálogo que resulte incluyente y no un monólogo unilateral. Establecer un compromiso de convivencia, con límites razonables, será una buena política para implementar en la casa.
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