Y así como llegó, un día, el amigo imaginario se irá. Sin contestar preguntas, sin despedidas que hagan cruenta la partida; sólo sosteniendo que "lo esencial es invisible a los ojos", el Príncipito del cuento partirá. Su amigo ya puede soportarse solo, ya puede andar caminos con sus propias piernas y decir palabras con su propia voz.
Con el tiempo, él habrá olvidado su nombre, tal vez su rostro y el color de sus ojos, tan iguales a los suyos. Sin embargo, en algún lugar de su "adentro", quedará la tibieza solidaria de su compañía, que le permitió seguir creciendo y hacerle más fácil ese proceso. Entonces, tal vez descubra que no se ha ido para siempre sino que, vigilante, sigue cuidando su sueño y él el suyo.
Con el tiempo, él habrá olvidado su nombre, tal vez su rostro y el color de sus ojos, tan iguales a los suyos. Sin embargo, en algún lugar de su "adentro", quedará la tibieza solidaria de su compañía, que le permitió seguir creciendo y hacerle más fácil ese proceso. Entonces, tal vez descubra que no se ha ido para siempre sino que, vigilante, sigue cuidando su sueño y él el suyo.