¿Qué razones pueden llevar a un padre o a una madre a desear fervientemente que su futuro hijo pertenezca a uno u otro sexo?
Antiguamente se esperaba con ilusión que el hijo mayor fuera varón para poder así perpetuar el apellido y también, no vamos a engañarnos ahora, porque se le daba un mayor valor al varón, pensando que las hijas representaban una carga. Aún hoy en día, en China, donde el gobierno ha instaurado la política de un único hijo por matrimonio para frenar el crecimiento demográfico, se autoriza un segundo embarazo si el primer hijo ha sido niña.
En otros países las cosas están más equilibradas y el tamaño ideal de familia es la parejita. Es decir, la versión adaptada a los tiempos del "clan" que contaba con un amplio surtido de niños y niñas. Porque así, el matrimonio ve cumplido esos íntimos deseos que, aun a su pesar, subyacen agazapados en el inconsciente: que no desaparezca el apellido del padre, aunque la guía telefónica esté plagada de Rodríguez: contar con el "seguro" de una hija que se ocupe de ellos en la vejez, porque según la tradición las niñas son más dulces y cariñosas; hacer realidad la fantasía del hombre y la mujer de vivir nuevamente, el uno en el niño y la otra en la niña, su infancia y su adolescencia.
Antiguamente se esperaba con ilusión que el hijo mayor fuera varón para poder así perpetuar el apellido y también, no vamos a engañarnos ahora, porque se le daba un mayor valor al varón, pensando que las hijas representaban una carga. Aún hoy en día, en China, donde el gobierno ha instaurado la política de un único hijo por matrimonio para frenar el crecimiento demográfico, se autoriza un segundo embarazo si el primer hijo ha sido niña.
En otros países las cosas están más equilibradas y el tamaño ideal de familia es la parejita. Es decir, la versión adaptada a los tiempos del "clan" que contaba con un amplio surtido de niños y niñas. Porque así, el matrimonio ve cumplido esos íntimos deseos que, aun a su pesar, subyacen agazapados en el inconsciente: que no desaparezca el apellido del padre, aunque la guía telefónica esté plagada de Rodríguez: contar con el "seguro" de una hija que se ocupe de ellos en la vejez, porque según la tradición las niñas son más dulces y cariñosas; hacer realidad la fantasía del hombre y la mujer de vivir nuevamente, el uno en el niño y la otra en la niña, su infancia y su adolescencia.