La genética es la principal culpable de la diabetes infantil: se debe a una predisposición hereditaria. En los niños diabéticos -como en los adultos- el páncreas no segrega casi insulina, una hormona vital para metabolizar la glucosa que tomamos con la alimentación y que es un combustible indispensable de nuestro organismo.
Esta falta de insulina impide que la glucosa llegue a las células y hace que éstas acudan a las grasas y proteínas para sacar de ellas el combustible que necesitan, lo que provoca una acumulación de deshechos tóxicos, los cuerpos cetónicos, responsables del coma diabético. La glucosa, por su parte, queda en la sangre, elevando su nivel de azúcar, y su exceso tiene que eliminarse al orinar.
Todo esto produce un aumento de la cantidad de orina, una necesidad de beber mucho líquido y un adelgazamiento por quemar demasiadas grasas. En los niños, la diabetes tiene una característica fundamental: pasan fácilmente de tener la glucosa muy alta a tenerla muy baja, con los peligros que esto conlleva. Por eso, se impone controlarla bien.
Todo esto produce un aumento de la cantidad de orina, una necesidad de beber mucho líquido y un adelgazamiento por quemar demasiadas grasas. En los niños, la diabetes tiene una característica fundamental: pasan fácilmente de tener la glucosa muy alta a tenerla muy baja, con los peligros que esto conlleva. Por eso, se impone controlarla bien.