La falta de atención durante la etapa escolar suele "descolocar" tanto a padres como a maestros. Sepa cómo enfrentar la situación.
No existe un día en que la pila de cuentas de multiplicar no quede a mitad de camino; los problemas de matemática no duerman inconclusos o que la mayoría de los ejercicios de lengua no pasen de largo. Jamás llegan a copiar sin errores las consignas del pizarrón ni logran seguir al pie de la letra las palabras de la maestra. Los cuadernos y las carpetas delatan en cada una de sus páginas "baches" o "lagunas" indescifrables e imposibles de "salvar". Las explicaciones en clase quedan en la nada.
Las malas notas, el abrupto descenso en el rendimiento, los repentinos olvidos de los materiales de estudio o de las tareas encomendadas y hasta los problemas para relacionarse con el grupo o las peleas con los compañeros no dejan ninguna duda que "algo" está ocurriendo. En un primer instante, la situación pasa por alto hasta que las dificultades van aumentando y la escena se vuelve constante. Los padres, los maestros o los adultos en general no saben para dónde "disparar", se sienten abatidos y no encuentran la fórmula mágica para que el chico "baje a la tierra ", aunque más no sea por un rato.
No existe un día en que la pila de cuentas de multiplicar no quede a mitad de camino; los problemas de matemática no duerman inconclusos o que la mayoría de los ejercicios de lengua no pasen de largo. Jamás llegan a copiar sin errores las consignas del pizarrón ni logran seguir al pie de la letra las palabras de la maestra. Los cuadernos y las carpetas delatan en cada una de sus páginas "baches" o "lagunas" indescifrables e imposibles de "salvar". Las explicaciones en clase quedan en la nada.
Las malas notas, el abrupto descenso en el rendimiento, los repentinos olvidos de los materiales de estudio o de las tareas encomendadas y hasta los problemas para relacionarse con el grupo o las peleas con los compañeros no dejan ninguna duda que "algo" está ocurriendo. En un primer instante, la situación pasa por alto hasta que las dificultades van aumentando y la escena se vuelve constante. Los padres, los maestros o los adultos en general no saben para dónde "disparar", se sienten abatidos y no encuentran la fórmula mágica para que el chico "baje a la tierra ", aunque más no sea por un rato.