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Cómo alimentarse y alimentar a sus hijos

Madre es madre! Y para la mayoría, la mayor preocupación en el día a día con los niños es sin duda la comida. Algunos porque los niños ...

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martes, 7 de junio de 2011

Alternativas para poner límites a sus hijos


¿Y cuáles son las alternativas?
Muchos padres, deseosos de convencer a sus hijos por las buenas, les dan largas explicaciones de por qué no deben hacer esto y aquello. Confían en el poder de la palabra, pero en numerosas ocasiones tanta verbosidad resulta abrumadora para los niños. O ya saben lo que deben hacer o son demasiado pequeños para comprender.

Por lo general, las frases cortas y contundentes les llegan mejor. La pequeña Lara sabía muy bien que, sacando la lengua, provocaba a su mamá. Pero necesitaba exteriorizar su frustración. Lo mejor en esta situación hubiera sido ignorar la provocación, hablar de otra cosa o decir quizá "qué bonita lengua". A los niños, observar el enojo de la mamá les resulta sumamente interesante y puede animarlos a seguir con el juego, sólo por la curiosidad de saber hasta dónde llega. En cambio, una reacción que los aburra terminará pronto con el comportamiento indeseado. ¿Y los límites que hay que imponerles? En este caso, los límites ya quedaban claros al no ceder la madre al capricho de la nena. Si tenía sed, podía tomar agua o jugo.

Más grave es que un niño tire a sus hermanos objetos a la cabeza. Hay muchos pequeños que se portan así cuando algo se interpone en su camino: pintarrajean las paredes, rayan la mesa del living o abren la llave del gas. Todos tienen alguna razón para eso, ya que ningún chico es malo por naturaleza. Es cosa de los padres reflexionar sobre las posibles causas. Quizá su hijo se porte así porque durante las últimas semanas se han ocupado poco de él (aunque haya sido por razones justificadas).

La primera reacción deberá consistir, naturalmente, en sacarle al pequeño iracundo los autitos, retirarlo de la cocina o guardar los marcadores. Pero, a la larga, su comportamiento sólo mejorará tras una dosis extra de atención.

En los muy chiquitos, lo más eficaz suele ser un cambio de la situación. Guardar el objeto que no debe tomar, retirarlo del lugar peligroso, tomarlo en brazos y llevarlo a otra habitación, cada una de estas acciones debe ir siempre acompañada de un corto y contundente "no, no".

jueves, 2 de junio de 2011

Poner límites sin violencia


No podemos aceptar es que el único medio para imponer estos límites sean los golpes. Existen métodos más humanos y más eficaces. Podemos caer en una escalada de violencia.

Nuestra lectora cuenta cómo le pegó a su hija cuando le sacó la lengua. Al parecer, esto bastó para que se portara mejor. ¿Y si le hubiera sacado la lengua otra vez? ¿Le habría pegado más fuerte? ¿Y después? ¿Habría seguido hasta llegar a la paliza? Uno de los grandes peligros de los castigos físicos es que pueden convertirse en una escalada de violencia. Al final, el educador sólo tiene dos opciones: o ceder o pegar más fuertes.

Nuestra lectora podría alegar que sus hijos obedecen ya con una pequeña cachetada y no se produce ninguna escalada. ¡Pero en cuántas familias esto no es así! ¡Cuántos niños prefieren ofrecer la manita para recibir otro golpe antes de plegarse a la voluntad de los padres! ¿Y qué decir de los más grandes? Sólo hay que preguntar a la generación anterior, cuando la educación a fuerza de bofetadas estaba muy extendida. ¡Cuántos chicos preferían la paliza antes de dar su brazo a torcer! A la larga, la educación a los golpes sólo puede dar dos tipos de personalidad: la rebelde o la excesivamente sumisa.

Si nuestra lectora afirma que su método es eficaz, pensamos que esto es así porque posee una fuerte personalidad. Es su personalidad, no los golpes, lo que guía a sus hijos. Los padres que no son una autoridad para sus hijos pueden pegar tanto como quieran, sin que les hagan el más mínimo caso. Por el contrario, los que se imponen por su personalidad no necesitan recurrir a los golpes.

En una encuesta realizada por la revista alemana, Eltern, casi todos los padres-entrevistados coincidían en que el efecto de una cachetada o de una bofetada sólo duraba unas horas, si acaso: según un 18 por ciento, los niños obedecían durante unos días; según un 20 por ciento, durante unas horas; para un 41 por ciento, el efecto era nulo; y el restante 21 por ciento afirmaba que los golpes volvían a los chicos más rebeldes. En resumidas cuentas: pegar no sirve como método educativo.