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domingo, 20 de febrero de 2011

Cómo despegar a los niños


Cuando un pequeño es incapaz de resolver un problema sencillo por sí mismo, jamás toma una decisión propia, se muestra excesivamente dependiente de nosotros, hay que reflexionar sobre lo que puede estar ocurriendo. Quizá lo estamos sobreprotegiendo, nos angustia que se aleje de nuestro lado, en el fondo no queremos que crezca tan rápido...

Si es así, deberíamos intentar modificar nuestra actitud. Pero, si la cosa es seria y escapa a nuestro control, es importante visitar aun buen psicólogo infantil para que nos oriente.

viernes, 18 de febrero de 2011

Nos necesitan más que antes


Entre los 7 y 10 años los hijos deben tener la seguridad de que, si necesitan un consejo, precisan que los escuchemos o que les demos una mano en un conflicto que escapa a sus posibilidades y a su control, cuentan con nosotros.

Por eso, hay que esforzarse por mantener siempre abierta la comunicación. Eso sí, sin abrumarlos con nuestra constante presencia. Esto no significa, evidentemente, que debamos desentendernos y pretender que se desenvuelvan solos desde temprano.

Tengamos en cuenta que un niño que no pide ayuda jamás puede estar necesitándola más que ninguno. Quizás ha renunciado a pedirla porque se siente demasiado exigido por nuestro deseo de que sea autónomo y cree que no estamos lo bastante cerca.

Procuremos estar disponibles. Busquemos tiempo para pasarlo juntos, para dialogar, para compartir. Y no bajemos la guardia, ya que nuestros hijos nos necesitan, sin duda, aunque de una manera distinta.

viernes, 16 de abril de 2010

Relacion de padres e hijos


El amor y los padres de adolescentes

Los padres deben acompañar a sus chicos adolescentes en este malestar, y no burlarse de su tristeza. Muchos adultos satirizan o toman en broma estas pequeñas-grandes angustias de amor de sus hijos. Esto no es correcto porque por su edad consideran que es trascendente lo que están viviendo y es importante respetarlos.

No se debe minimizar su dolor porque sea adolescente. Los chicos también sufren, y los padres deben compartir y ayudarlos a superar este trance.

Sin embargo, algunos padres reaccionan agrandando de tal manera este mal de amor, que termina siendo perjudicial. Sus hijos lloran y ellos también. Se identifican tanto con sus chicos que pierden madurez. Creen que como esa relación amorosa falló ningún otro buen candidato aparecerá. Todo está perdido, piensan, y así desaniman más a su adolescente.

Lo adecuado es tomar una posición equilibrada, acompañándolos en su angustia, pero no desesperándose como ellos. ¿Cómo? Escuchándolos, aconsejándolos y ayudándolos a superar el dolor por no ser correspondidos. Debemos estimular su autoestima e infundirles con calidez confianza en sí mismos. No hay que desesperarse junto a ellos. El adulto puede identificarse con el dolor adolescente porque conoce lo que son los males del amor, pero también debe conservar cierta distancia para tironearlo a salir del pozo. No sirve hundirse con él. Los padres deben ser balsas.

Estas crisis pueden servir de oportunidad para mejorar el vínculo padres-hijos que muchas veces se quiebra en la adolescencia por la rebeldía y el desafío que manifiestan los jóvenes. Si los padres demuestran que están seguros de su autoridad, que tienen experiencia de vida y capacidad para comprender las desesperanzas y deseos de los más chicos podrán utilizar esta crisis para recomponer y mejorar la relación que tienen con sus hijos.