No todos los niños responderán bien a la "fórmula de las buenas noches". Los niños que no tienen confianza en ellos mismos o tienen algún problema, no cooperarán al principio, pero es muy importante mantenerse haciéndolo todas las noches. Si el niño tiene dificultad en Identificar a|go positivo acerca de sí mismo, usted puede inducirlo diciéndole: "Me encantó como te quedaba ese pantalón que usaste hoy". O: "Es una maravilla lo bien que te llevas con tu hermanito". O bien decirle cosas por las cuales usted lo aprecia: que la haya ayudado a recoger la mesa o que le haya dado de comer al gato sin que nadie haya tenido que recordárselo.
¡No se rinda! Si la fórmula no da resultado las primeras veces, quizás es porque el niño está tratando de comprobar si usted de veras cree en este ejercicio... ¡y en él! Cerrar la puerta y abrir el corazón: "A veces", contaba una niña de doce años, "le digo a mi madre: 'Mámi, ¿puedo hablarte?', y ella me dice: 'Sí, mi amor'. Y yo le cuento todo lo que me está preocupando, y cuando termino, ella me mira y me dice: 'Qué era lo que decías, hijita..?' ". Desgraciadamente, la madre de esta niña no es la única que no atiende. Y los niños que se ven privados durante mucho tiempo de la atención de sus padres se sienten despechados, viven a la defensiva, se muestran poco cooperadores, indiferentes o batalladores.
Si algo de esto le ha sucedido con su hijo, usted puede persuadirlo de que confíe en usted nuevamente. Pero deberá dedicar tiempo a lograrlo... y enfrentar el problema en la forma correcta. Piense en los momentos en que usted le ha abierto su corazón a otra persona... esa persona le ofrecía una atención completa, ¿no es así? Y, además, esa otra persona habló muy poco, se concentraba en escucharla a usted y lo que le estaban diciendo.
Pues, el caso de su hijo no es distinto al suyo. Y si usted quiere que sus hijos abran su corazón lo primero es crear una situación similar. Escoja un lugar de la casa adecuado, y elimine todo tipo de distracciones. Aleje del área a los otros niños, a los animales, apague la televisión, la radio o el tocadiscos... dispóngase a escuchar.
La actitud corporal que usted asuma es tan importante como las palabras que vayan a intercambiarse. Siéntese cómodamente, pero bien cerca de su hijo, al alcance de sus manos. Manténgase relajada e interesada en lo que su hijo tiene que comunicarle. Su actitud ayudará a su hijo a sincerarse.
Si el hijo tiene alguna dificultad en comenzar, usted puede ayudarlo con algunas preguntas, como: "Dime, ¿qué fue lo que te sucedió hoy, que estabas tan enfadado?", "¿Cómo te sientes?". Si todavía el niño, o el joven, permanece callado, usted puede ayudarlo más todavía con comentarios de este tipo: "Sé muy bien lo complicado que le resulta a uno hablar de sus sentimientos". O bien: "No quieres decirme lo que te pasa porque tienes miedo de que yo vaya a criticarte o a pelear... Te aseguro que no lo haré!". (Y, por supuesto ¡no vaya a ocurrírsele hacerlo, pase lo que pase!).
Esté preparada para obstáculos de todo tipo. A algunos niños les resulta más difícil que a otros abrir completamente su corazón a los demás. Pero usted debe ser persistente y llenarse de paciencia. A lo mejor tiene que estarse un buen rato en silencio, con el brazo extendido sobre los hombros de su hijo. No se angustie si él la rechaza. Simplemente, déle una y otra oportunidad de que hable, en (as circunstancias adecuadas. Y finalmente verá cómo el tiempo y el amor que ha invertido ¡los recobrará con creces!
¡No se rinda! Si la fórmula no da resultado las primeras veces, quizás es porque el niño está tratando de comprobar si usted de veras cree en este ejercicio... ¡y en él! Cerrar la puerta y abrir el corazón: "A veces", contaba una niña de doce años, "le digo a mi madre: 'Mámi, ¿puedo hablarte?', y ella me dice: 'Sí, mi amor'. Y yo le cuento todo lo que me está preocupando, y cuando termino, ella me mira y me dice: 'Qué era lo que decías, hijita..?' ". Desgraciadamente, la madre de esta niña no es la única que no atiende. Y los niños que se ven privados durante mucho tiempo de la atención de sus padres se sienten despechados, viven a la defensiva, se muestran poco cooperadores, indiferentes o batalladores.
Si algo de esto le ha sucedido con su hijo, usted puede persuadirlo de que confíe en usted nuevamente. Pero deberá dedicar tiempo a lograrlo... y enfrentar el problema en la forma correcta. Piense en los momentos en que usted le ha abierto su corazón a otra persona... esa persona le ofrecía una atención completa, ¿no es así? Y, además, esa otra persona habló muy poco, se concentraba en escucharla a usted y lo que le estaban diciendo.
Pues, el caso de su hijo no es distinto al suyo. Y si usted quiere que sus hijos abran su corazón lo primero es crear una situación similar. Escoja un lugar de la casa adecuado, y elimine todo tipo de distracciones. Aleje del área a los otros niños, a los animales, apague la televisión, la radio o el tocadiscos... dispóngase a escuchar.
La actitud corporal que usted asuma es tan importante como las palabras que vayan a intercambiarse. Siéntese cómodamente, pero bien cerca de su hijo, al alcance de sus manos. Manténgase relajada e interesada en lo que su hijo tiene que comunicarle. Su actitud ayudará a su hijo a sincerarse.
Si el hijo tiene alguna dificultad en comenzar, usted puede ayudarlo con algunas preguntas, como: "Dime, ¿qué fue lo que te sucedió hoy, que estabas tan enfadado?", "¿Cómo te sientes?". Si todavía el niño, o el joven, permanece callado, usted puede ayudarlo más todavía con comentarios de este tipo: "Sé muy bien lo complicado que le resulta a uno hablar de sus sentimientos". O bien: "No quieres decirme lo que te pasa porque tienes miedo de que yo vaya a criticarte o a pelear... Te aseguro que no lo haré!". (Y, por supuesto ¡no vaya a ocurrírsele hacerlo, pase lo que pase!).
Esté preparada para obstáculos de todo tipo. A algunos niños les resulta más difícil que a otros abrir completamente su corazón a los demás. Pero usted debe ser persistente y llenarse de paciencia. A lo mejor tiene que estarse un buen rato en silencio, con el brazo extendido sobre los hombros de su hijo. No se angustie si él la rechaza. Simplemente, déle una y otra oportunidad de que hable, en (as circunstancias adecuadas. Y finalmente verá cómo el tiempo y el amor que ha invertido ¡los recobrará con creces!