Seguro que a ningún padre le haría gracia si supiera que su hijo adolescente embadurna paredes y vallas con pintura o destruye cabinas telefónicas. Pero muchos toleran que sus hijos pequeños tiren papeles y latas; es más, algunos literalmente los incitan con su mal ejemplo a comportarse de esta forma tan poco civilizada. Y hasta los hay que no dicen nada si sus vastagos estropean el césped de las plazas púbicas o arrancan las flores de sus jardines. "Para eso pagamos nuestros impuestos...". Pero el césped no crece a fuerza de dinero: se requiere riego, muchos esfuerzos y todo el cuidado que le podamos ofrecer.
Conceptos como "la gente" o "la naturaleza" pueden parecemos tan abstractos que no reparamos en que también tenemos obligaciones de comprensión y respeto para con ellos. Existe un cuidado que no se ve recompensado de inmediato con una sonrisa o un "muchas gracias". Es la solidaridad con la naturaleza y con la comunidad en la que vivimos. Nuestros hijos deberían aprender a practicarla desde pequeños. Y la mejor forma de inculcárselo es dándoles buen ejemplo. De lo contrario, no podemos exigirles que su comportamiento sea solidario y respetuoso con el bien del público.
Los niños de alrededor de diez años reconocerán ya las situaciones en las que conviene ceder su asiento, abrir una puerta o ayudar a las personas que lo necesiten. No molestarán a los demás en la calle, el cine u otro lugar público. Deberán saber que la naturaleza tiene que ser respetada. En la mesa, habrán de comportarse de la misma forma que los adultos.
Conceptos como "la gente" o "la naturaleza" pueden parecemos tan abstractos que no reparamos en que también tenemos obligaciones de comprensión y respeto para con ellos. Existe un cuidado que no se ve recompensado de inmediato con una sonrisa o un "muchas gracias". Es la solidaridad con la naturaleza y con la comunidad en la que vivimos. Nuestros hijos deberían aprender a practicarla desde pequeños. Y la mejor forma de inculcárselo es dándoles buen ejemplo. De lo contrario, no podemos exigirles que su comportamiento sea solidario y respetuoso con el bien del público.
Los niños de alrededor de diez años reconocerán ya las situaciones en las que conviene ceder su asiento, abrir una puerta o ayudar a las personas que lo necesiten. No molestarán a los demás en la calle, el cine u otro lugar público. Deberán saber que la naturaleza tiene que ser respetada. En la mesa, habrán de comportarse de la misma forma que los adultos.