El aporte de algunos al cuidado de sus hijos sigue obteniendo un aprobado "por los pelos", aunque una buena parte de este grupo tan dispar trate de superar prejuicios absurdos. Desgraciadamente, el camino a recorrer es todavía muy largo porque, salvo tareas menores o casos de verdadera urgencia, la comparación entre ciertos maridos y mujeres a la hora de arrimar el hombro continúa siendo odiosamente desigual: ellos se preocupan y llaman a casa para preguntar cómo se encuentra el pequeño enfermo, pero casi siempre son ellas quienes tienen que faltar al trabajo para quedarse atendiéndolo.
Ellos se encargan de comprar sus pañales, saben preparar la mamadera y cambiarlos... siempre que sea de día; de noche, suelen ser ellas quienes se levantan para calmar su llanto. Pero como su colaboración continúa sin ser la norma, se ve como algo excepcional: todo el mundo alabará "que él ayude a su mujer"en el cuidado de los hijos, como si fuera un favor y no una obligación. Así llegan a creerse que cooperan una barbaridad. Pero lo cierto, salvando las debidas excepciones, es que ellos presumen de los hijos, mientras ellas los cuidan.
Ellos se encargan de comprar sus pañales, saben preparar la mamadera y cambiarlos... siempre que sea de día; de noche, suelen ser ellas quienes se levantan para calmar su llanto. Pero como su colaboración continúa sin ser la norma, se ve como algo excepcional: todo el mundo alabará "que él ayude a su mujer"en el cuidado de los hijos, como si fuera un favor y no una obligación. Así llegan a creerse que cooperan una barbaridad. Pero lo cierto, salvando las debidas excepciones, es que ellos presumen de los hijos, mientras ellas los cuidan.