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miércoles, 13 de julio de 2011

Controlar consumo de alcohol de los hijos


Es obvio que un sorbo de sidra la noche de Navidad o una cerveza muy de tanto en tanto no producen efectos alarmantes. Pero el consumo continuado y prematuro de alcohol puede ser terriblemente destructivo para los adolescentes.

¿Qué pasa, realmente, en el organismo joven? ¿Cómo actúa el alcohol? Según los médicos, disminuye la capacidad de reacción, de concentración y de pensamiento autónomo, influye en el estado de ánimo produciendo cambios bruscos en él, trastoca el crecimiento de las células, afecta al sistema circulatorio y a órganos como el hígado y el estómago, puede ocasionar problemas sexuales y en intoxicaciones graves, es capaz de producir el estado de coma o -por más espantoso que resulte- incluso la muerte.

Los "tragos largos" que se ofrecen en algunos sitios bailables pueden actuar como mezclas explosivas. Y los riesgos aumentan, lógicamente, si junto con ellos se ingiere alguna otra droga, como marihuana o anfetaminas.

Sería bueno que padres y jóvenes tuvieran presente que no es necesario llegar a tales extremos para que el alcohol acarree problemas. Y ahí está el tema de la sexualidad para demostrarlo. Ya no én el caso de los púberes sino en el de los jóvenes, que tal vez están por iniciar su vida sexual, una "borrachera", aunque leve, puede dejar secuelas difíciles de borrar.

En efecto, se sabe y está suficientemente demostrado que, a pesar de que una o dos copas suelen actuar como estimulantes, el exceso de alcohol es un implacable inhibidor sexual. El joven que pretenda tener sus primeras relaciones en este estado comprobará que no puede. Tal vez advierta que esta impotencia se debe al alcohol, pero lo más probable es que no se dé cuenta y lo atribuya, en cambio, a oscuros factores orgánicos.

El cúmulo de dudas, temores e inhibiciones sexuales que suele acompañar a la sexualidad adolescente aumentará entonces aún más, y se prolongará en el tiempo. Los sexólogos acostumbran recordar que muchos de los casos de impotencia que llegan a sus consultorios reconocen sus orígenes en estos hechos tempranos.

Afortunadamente, la "onda verde" y ecológica que está prendiendo en buena parte de la juventud hace que muchos jóvenes empiecen a decirle no al tabaco, al alcohol y otras drogas. Esto sucede mayormente entre algunos púberes que, por otra parte, suelen estar ayudados por la actitud responsable de los padres y de ciertas campañas preventivas.

martes, 5 de julio de 2011

Los adolescentes y el consumo de alcohol

Beber con los amigos se ha convertido en una ceremonia arriesgada. A despecho de la advertencia anterior, cualquiera sabe, o ha visto, que en muchas familias se comete la "chistosa" imprudencia de que aun los más niños de la casa brinden con un sorbito de alcohol, e incluso a algunos se les permite ir probando el vino con soda "para que se acostumbren y el día de mañana no les haga mal".

Si se trata de varones, especialmente, algunos suponen que estos hábitos los harán "más hombres". Es así que el alcohol llega a adquirir el mismo significado de rito iniciático que posee el primer cigarrillo. Con esta actitud, los adolescentes -que están con un pie en la infancia y otro en la madurez- asocian el hecho de beber con un permiso de entrada en el mundo de los adultos. Bebiendo se sienten mayores.

Algo distinto ocurre con las bebidas fuertes: la "luz verde" no se enciende en el hogar, pero, en cambio, son totalme te accesibles en los bares, pubs, discotecas y fiestas de amigos. En muchas barritas de jóvenes, el que pide un refresco está mal visto y se arriesga a ser considerado un niño.
A duras penas se tolera esta actitud en las chicas, aunque también esto está cambiando. "Cuando salgo con mis amigos suelo pedir un jugo de tomates y les digo que lleva un poco ginebra para que no me pregunten por qué no bebo", cuenta Julieta, de 16 años. En cambio, Facundo sostiene muy convencido: "Una copa de vez en cuando no hace nada. En las discotecas te lo incluyen junto con la consumición... no vas a ser tan marciano de cambiar ese trago por un refresco".

Sea como fuere, el panorama es preocupante: aunque la familia no sea tolerante con el consumo de alcohol por parte de los jóvenes, es indudable que fuera de casa las normas paternas pasan fácilmente a segundo plano y es el grupo de pares el que lleva las riendas.