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Cómo alimentarse y alimentar a sus hijos

Madre es madre! Y para la mayoría, la mayor preocupación en el día a día con los niños es sin duda la comida. Algunos porque los niños ...

miércoles, 9 de marzo de 2011

Padres de adolescentes


"Yo, a tu edad...
...trabajaba, estudiaba y nunca me llevaba materias..." El latiguillo pega con insistencia en los oídos adolescentes. Y es tan pertinaz como inútil. Porque el momento que le tocó vivir a ese papá fue otro: lejano y diferente, muy diferente. La libertad de los jóvenes se fue incrementando cada vez más, y la permisividad paterna también. Pero cuando los hijos llegan a este tramo los padres reviven su propia adolescencia y se tientan a hacer comparaciones y a proponerse como modelos. Sin embargo, los tiempos son otros, y la historia personal también.

La poca responsabilidad del muchacho o la chica frente al estudio, la mentira que significa salir de casa con el aparente fin de ir a la escuela, mientras el verdadero destino es otro, puede ser una respuesta a sus padres; una forma de atacarlos en el lugar que más les duele.

Esta actitud es muy común en chicos con papas fríos, distantes, que privilegian lo intelectual sobre lo afectivo. O que depositan en sus hijos expectativas intelectuales que no son más que las propias. Y a las que los adolescentes se oponen y desobedecen.

También es la forma elegida por el chico para "castigar" a un padre demasiado estricto, que no le permite expresarse y pedirle más libertad.

Cuando los adultos evocan su edad dorada destacan la rigurosidad con que fueron criados pero borran la rebeldía, la búsqueda de su propia identidad. A ellos les pasaba lo mismo que les pasa hoy a sus hijos, aunque lo expresaran de otro modo. Esa necesidad de diferenciarse de mamá y papá forma parte del desarrollo adolescente y encuentra distintas vías para manifestarse. La rebeldía puede llevarlos a "hacerse la rata", o a salidas mucho más autodestructivas, como la violencia, las patotas, la drogadicción. Eso dependerá del tipo de acompañamiento que tengan en este proceso de individualización: con comprensión, con afecto, o con castigos.

Lo primero que sienten los padres al enterarse de que su hijo les ha mentido son ganas de tomar medidas drásticas con él. Pero ni la total represión ni la permisividad completa son positivas en estos casos. Hay que tratar de encontrar el equilibrio, difícil pero no imposible. Y el diálogo, indispensable, permanente, aunque les cueste a unos y a otros. La charla amable dará la pista más segura, la que lleve a la razón auténtica de una o muchas "ratas". Y una vez localizada será más fácil solucionar lo que no anda bien en el chico o en los padres.

lunes, 7 de marzo de 2011

En el colegio se aburren


No es ninguna novedad que el sistema educativo actual, con sus programas desactualizados, no cautiva especialmente a los adolescentes. Son muy pocas las materias que les atraen. Muchos de los contenidos de la enseñanza media están tan desvinculados de la realidad que los niños se preguntan más de una vez para qué les sirve estudiar ciertas cosas.

La escuela se transforma para muchos jóvenes en una pesada obligación que deben cumplir para alcanzar un diploma al cabo de cinco años. En algunos, el verdadero interés está en la carrera universitaria que van a seguir después; en otros, la meta es terminar quinto año para empezar a trabajar, y en una gran mayoría la ausencia de proyectos es lo único destacable.

Y mientras tanto... quedan los últimos años del nivel medio, con sus nueve meses, sus cinco días a la semana, sus cinco horas diarias, para asistir a un lugar que francamente les aburre. La "rata" se les ofrece así como un evasión tentadora a la que unos cuantos no se resisten.

Por otra parte, hay padres muy ocupados que delegan todas las responsabilidades en la escuela y se desentienden totalmente del asunto. Como sólo se limitan a firmar el boletín de calificaciones, la noticia de la "rata" les cae como un balde de agua fría. El acercamiento a la escuela tiene que ser más frecuente, sin esperar la citación. Ellos deben estar al tanto de todo lo vinculado con su hijo: conducta, llegadas tarde, inasistencias, relación con los profesores y preceptores, rendimiento.

También es cierto que en este período los muchachos y las chicas están muy absorbidos por la problemática sexual, y les cuesta dirigir sus impulsos hacia los estudios. No es raro entonces el desdén por cualquier tarea intelectual, que suele traducirse en inasistencias desconocidas por la familia.

domingo, 6 de marzo de 2011

Cuando se escapan del colegio



Hay "rabonas" y "rabonas". Algunas son ocasionales e ingenuas; otras, reiteradas y más conflictivas. Todas merecen la atención y el control de padres y profesores.

-Papá, tenes que firmarme la reincorporación.
-Pero, ¿cómo?, ¿faltaste quince días?

Sí, fueron quince certeros y rotundos días los ausentes. Así lo testimonia el papel que el adolescente exhibe temeroso a su padre. La sorpresa inicial va seguida generalmente de una pregunta cargada ya de bronca: "¿Y dónde estuviste?". Porque mamá y papá se acuerdan bien del día que todos se quedaron dormidos y tuvo que faltar, de alguno más por la gripe, de la mañana que fue a sacarse la cédula, de uno o dos días de lluvia... ¿Y el resto?

Según los casos, los padres se enfrentan con un hecho intuido y la sorpresa entonces no es tal, o con una noticia inesperada que los angustia. No sólo están frente al hijo que no cumplió con su obligación de concurrir a clase, sino también ante la incógnita de saber qué hizo en esas horas. Para ellos hay dos transgresiones, y quizá la segunda les pese más.

Este tema no se presta para generalizar: hay "rabonas" y "rabonas". Algunas son ocasionales, otras muy frecuentes. Están los chicos que faltan sólo para salvarse de una prueba o de una lección, y los que usan ese tiempo para reunirse con sus amigos en un café, escuchar música, salir con una chica o un muchachito, o simplemente vagabundear sin rumbo.

Y también hay jóvenes que quieren probar y se "ratean" para no ser menos que sus compañeros -más acostumbrados a estas aventuras- y conseguir así su aceptación. Por lo general, estos chicos no pueden disfrutar mucho de esas horas libres, y se sienten culpables. Están incómodos, tensos, no saben bien qué hacer. Lo más probable es que terminen contándoles la "hazaña" a sus padres, o hagan algo para ser descubiertos.

Pero en cualquier caso es importante conocer cuál es la relación de cada adolescente con su familia y el control que los padres tienen de las actividades de su hijo. Sólo así se descubrirá el verdadero motivo de la falta.

sábado, 5 de marzo de 2011

El rol de los padres


El aporte de algunos al cuidado de sus hijos sigue obteniendo un aprobado "por los pelos", aunque una buena parte de este grupo tan dispar trate de superar prejuicios absurdos. Desgraciadamente, el camino a recorrer es todavía muy largo porque, salvo tareas menores o casos de verdadera urgencia, la comparación entre ciertos maridos y mujeres a la hora de arrimar el hombro continúa siendo odiosamente desigual: ellos se preocupan y llaman a casa para preguntar cómo se encuentra el pequeño enfermo, pero casi siempre son ellas quienes tienen que faltar al trabajo para quedarse atendiéndolo.

Ellos se encargan de comprar sus pañales, saben preparar la mamadera y cambiarlos... siempre que sea de día; de noche, suelen ser ellas quienes se levantan para calmar su llanto. Pero como su colaboración continúa sin ser la norma, se ve como algo excepcional: todo el mundo alabará "que él ayude a su mujer"en el cuidado de los hijos, como si fuera un favor y no una obligación. Así llegan a creerse que cooperan una barbaridad. Pero lo cierto, salvando las debidas excepciones, es que ellos presumen de los hijos, mientras ellas los cuidan.

jueves, 3 de marzo de 2011

La ayuda de los padres


¿Ayudar? Según y cómo

Porque muchas veces, cuando los hombres deciden compartir, resuelven también en qué terreno o en qué actividad concreta participan. La imagen del padre de familia que "cocina los domingos" es muy reveladora. Lo habitual es ayudar en labores temporales, que ocupan un tiempo muy determinado y que se olvidan una vez realizadas, cuando no exclusivamente en las que se hacen "por hobby".

Pero la educación y el cuidado de un hijo es una tarea que exige estar continuamente pendiente y a veces ellos declaran "no tener tiempo". Dicen que les resulta difícil compatibilizarlo con su carrera profesional y, sin embargo, miles de mujeres lo hacen aparentemente sin excesivo esfuerzo.

La causa primoridal de este comportamiento está en la educación recibida. Desde muy chicos asumimos que las mujeres son mejores en este terreno -de hecho, lo aprenden desde niñas jugando con muñecas-. El padre mejor intencionado guarda esto en su inconsciente.

Pero también las madres. Diana, de 32 años, confiesa que prefiere evitar la "ayuda" de su marido: "No puedo soportar verlo dar de comer a nuestra hija. Pone todo hecho un desastre y siempre acabo diciendo 'deja sigo yo'. Cuando él se empeña en vestirla, tengo que hacerlo yo otra vez. De no ser así, la pobre iría horrible". Algo que acaba dando lugar a un curioso mecanismo de "incompetencia asumida", que convierte la incapacidad inicial en una excusa para la despreocupación.

Al tercer "y esto, ¿cómo dices que se hace?", surge el inevitable "deja, yo me ocupo", lo cual, por supuesto, sienta un precedente. Al tratarse de un comportamiento inconsciente, son muchos los padres que creen -y así lo declaran- estar colaborando más de lo que realmente lo hacen. Su contribución, comparada con la de la mujer, suele ser mínima y. además, siempre asesorado o "vigilado" por ella.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Los hijos son de los dos



Sea por la educación recibida o por el exceso de celo materno, todavía son muchos los padres que no asumen su parte en el cuidado de los hijos.


Fabián compartía conmigo todas las tareas de la casa sin ningún problema... hasta que tuvimos un hijo. Ahora parece incapaz de hacer las cosas más simples en relación con su cuidado" (Lucía, 29 años).

La abundancia de este tipo de testimonios, sobre todo cuando se trata de matrimonios jóvenes, es sorprendente, y eso que la mentalidad que consideraba vergonzoso para el padre adoptar cualquier actitud "maternal" parece desterrada entre los actuales papas, y ver a un hombre empujando un cochecito o con un bebé en brazos es algo que ya no llama la atención a nadie.

Los maridos de hoy colaboran en las labores domésticas mucho más de lo que lo hicieron sus padres. Entre otros motivos, porque en muchos casos ya no son ellos los únicos que realizan otro trabajo; aunque el tiempo disponible no sea un factor importante en este asunto. Es en las tareas cotidianas relacionadas con los hijos donde los hombres se muestran más reacios a "hacer su parte". Eso es al menos lo que aseguran las estadísticas.

lunes, 28 de febrero de 2011

Niños que buscan afecto



Claudio precisa, ante todo, que sus padres le den claras muestras de su afecto, que lo hagan sentirse valioso y dejen de compararlo desfavorablemente con su hermano. La conducta de estos niños es una búsqueda de reconocimiento y cariño, al mismo tiempo que una demanda de comunicación. Abrámonos a ellos, dediquémosles algo más de atención y tiempo.

Seguro que descubrimos una personalidad compleja y fascinante, y ellos aprenderán a comunicarse más sincera y abiertamente, sin necesidad de escudarse en su papel de payaso. Ese papel que desempeñan tan a conciencia, porque quizás es el único que saben. Y que después de todo no es un mal papel: lo malo, como en todo es el exceso.

Si un niño tiene el don de la gracia, no hay que negárselo, sino reconocérselo y rescatar sus aspectos positivos. Pero es importante distinguir cuándo detrás de un cómico precoz existe un niño conflictivo. Cuando las bromas tienen un fuerte componente sádico, no hacen gracia y acaban hastiando a todos, hay que encender la alarma. El bufón sufre y la cosa es seria.

domingo, 27 de febrero de 2011

Niños que llaman la atención


Como Claudio hay muchos pequeños y esforzados humoristas, cuyas familias se preguntan por qué estarán siempre haciéndose los payasos y por qué serán tan pesados e insistentes. En unos casos es posible que el niño tenga verdaderas dotes cómicas (quién sabe si Groucho Marx o Woody Alien empezaron así) y en otros resulta simplemente insoportable. En cuanto a las causas, pueden ser muy diversas.

En el caso de Claudio se juntan el fracaso escolar y los celos, pero puede haber muchas otras. Hay quien dice que en el fondo de todo humorista se esconde un amargado y que con frecuencia se ríe por no llorar.

Buscan con esmero que se los quiera

También sabemos lo que es la risa nerviosa. Son tópicos que no agotan el rico e importante fenómeno del humor, pero que algo tienen de cierto al aplicarlos al tipo de chicos que nos ocupa. Niños en cuyo fondo habita la tristeza y hasta la angustia, que buscan desesperadamente que les hagan caso, que los quieran, para de este modo poder también quererse ellos mismos. Chicos casi siempre imaginativos, ingeniosos y despiertos, que intentan palear sus frustraciones y conflictos con la pirueta del humor.

¿Qué hacer ante estos graciosos impenitentes? Por empezar, preguntarnos por el problema de fondo. El Claudio que nos ha servido de ejemplo necesita un apoyo escolar, una asistencia psicopedagógica y una estrecha colaboración entre padres y maestros.

sábado, 26 de febrero de 2011

Un niño demasiado bromista


Un niño alegre es un niño feliz. ¿Quién lo duda? Un niño espontáneo, saludablemente inquieto y juguetón, un pequeño que bromea y se ríe es la expresión viva de una infancia dichosa y de un crecimiento sin trabas. Pero no toda gracia es saludable ni todo humor significa felicidad. También en esto caben excesos. Veamos, si no, el caso de Claudio.


Una mañana en el colegio, para hacer reír a sus compañeros metió una lagartija en el cajón de la mesa de la maestra. Cuando ésta entró en clase, el silencio era tan denso que casi podía tocarse. A los diez minutos abrió el cajón para buscar una tiza y... desde luego que todos se rieron ante el salto que pegó. Y a Claudio le tocó desfilar, en loor de multitudes, camino del despacho del director. Claro que a sus padres, cuando fueron informados, la cosa no les hizo tanta gracia.

Y es que hay niños muy graciosos. A las bromas de Claudio no les falta osadía y, muchas veces ingenio. Son golpes maestros que le aseguran celebridad. De hecho ya es famoso, y no sólo en su colegio, sino en parte del distrito escolar. Una celebridad duramente adquirida después de una intensa carrera ascendente.

En otra ocasión la profesora de inglés llegó al aula unos minutos antes de lo habitual. No sospechaba ella el llamativo espectáculo que había estado a punto de perderse. Claudio, en el frente, realizaba para sus colegas una perfecta imitación de "la cotorra de inglés", con graznidos y todo.

No hablemos de su casa, donde están ya un poco más que hartos. Una de sus especialidades son los números de terror. Puede surgir de la oscuridad con un súbito alarido, poniendo a su abuela al borde del infarto. Su mamá recuerda con espanto la tarde en que lo encontró tendido en mitad del living, con los ojos en blanco mientras de sus labios resbalaba un líquido rojo. Por suerte se trataba de simple mercromina.

No hay duda de que el niño tiene un gran sentido de la teatralidad y una cuidada escenografía. También es especialista en imitaciones. Cuando un personaje de la tele le llama la atención, imita su voz y sus gestos las 24 horas del día, y sigue erre por erre aunque ya no haga gracia y para hastío de quienes lo rodean.

¿Qué nos está indicando el comportamiento de Claudio y de otros que, como él se hacen los payasos todo el tiempo?

No se nos entienda mal. Un payaso es un personaje tierno y cercano para los niños. Imitarlo es una de las cosas más saludables que hay. El sentido del humor, además, es una cualidad muy importante en las personas. Incluso funciona muchas veces como un valioso mecanismo adaptativo frente a situaciones difíciles.

Pero en algunos niños observamos un exceso, una patética desesperación por hacer gracia a toda costa, aunque la reacción de los demás muestre claramente lo contrario. Algo no anda bien.

Claudio, sin ir más lejos, tiene resultados escolares que dejan mucho que desear. Y tiene un hermano que, por contraste, obtiene calificaciones excelentes. Sus padres no disimulan sus preferencias por este escolar brillante, inteligente y dócil.

Con su conducta Claudio está buscando eso que se repite tanto a la hora de explicar muchos comportamientos infantiles: llamar la atención. Dicho de otra forma, busca reconocimiento y afecto, gustar y sorprender con sus gracias.

El aprendiz de cómico convertido en bufón

Cuando Claudio era todavía muy niño, su familia celebraba con ganas sus monerías infantiles. Siguió creciendo y fue evidente que había resultado agraciado con el don de la chispa, del humor y la gracia espontáneos que hacían reír a todos. Hasta que sus primeros fracasos escolares, en contraste con los triunfos de su hermano, comenzaron a robarle la auténtica alegría. Contraste que además fue resaltado, al establecer inoportunas comparaciones, por unos padres carentes de tacto. Y como ya se había especializado en hacer reír, esa especialidad suya tenía ahora que cargar con el peso de apuntalar su maltrecha valoración de sí mismo.

La verdad es que aún tiene gracia muchas veces, pero otras tantas tiene muy poca o ninguna. Además con frecuencia hay en sus bromas verdadera mala onda, que delata la amargura y la angustia que laten en el fondo.

viernes, 25 de febrero de 2011

Recuperar cursos en vacaciones


Con respecto a los menos afortunados, hemos de pensar primero en los motivos de su fracaso escolar, ya que cada caso es distinto. Y si la clave de una buena recuperación reside justamente en que ésta se adapte a las características concretas de cada niño, no olvidemos que no existen cuadernitos "a medida". Por lo tanto, no pueden ayudar a todos los escolares por igual.

Además, el verano no suele ser una época propicia para recuperar un curso entero. Por lo general, el trabajo forzado sólo consigue aumentar la desmotivación del niño y su aversión por el estudio. Esto no significa que haya que abandonarlo a su suerte pero, desde luego, su salvación no pasa por llenarle las vacaciones con cuadernitos.

Cómo mínimo, sería conveniente darle un mes de absoluta vacación escolar, sin trabajo, antes de tomar otras medidas; por ejemplo:

• Elaborar junto con la maestra un plan de estudios individualizado para recuperar en vacaciones. Dicho plan debe incluir, además, un horario de estudio, la creación de un clima adecuado que favorezca la concentración, y cuadernitos sólo como un material de apoyo más (no el único).

• Si existe la voluntad o la costumbre de utilizar estos cuadernitos, no debemos elegir el primero que veamos sino aquellos que guarden mayor relación con los libros de texto utilizados durante el curso; los que no supongan un gran cambio en los modos de explicar y presenten el trabajo al que el niño está acostumbrado y los que admitan la utilización de otros materiales.

En cualquier caso, nunca deberíamos olvidar que para nosotros las vacaciones son sagradas, lo hayamos hecho bien o mal durante el año. Nosotros, los adultos, necesitamos cambiar de actividad si queremos volver revitalizados, ellos también.