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Cómo alimentarse y alimentar a sus hijos

Madre es madre! Y para la mayoría, la mayor preocupación en el día a día con los niños es sin duda la comida. Algunos porque los niños ...

miércoles, 22 de junio de 2011

Mejorar la relación con hijas adolescentes


Por supuesto que hay salidas. O mejor dicho, entradas y salidas de un momento vital, complejo e inevitable. Para enfrentarlo, no sirven ni los autorreproches (¿en qué fallé como madre?) ni las acusaciones (a esta chica nadie la entiende). Más positivo resulta, en todo caso, aceptar plenamente que, hagamos lo que hagamos y digamos lo que digamos, no podremos evitar que nuestra hija se rebele, se oponga a nuestros deseos e incluso nos ataque despiadadamente. Ella necesita hacerlo, para poder crecer y encontrar su propio modelo de vida, su propio "ser mujer". Y paradójicamente, cuanto más amor y cercanía existen, más furibundo surge el tironeo.

De poca utilidad resulta decir, en un rapto de furia: "¡Está bien! ¡Que se arregle sola, si eso es lo que quiere!". O escuchar en boca de la jovencita: "¡No te metas más, no te necesito!''. Ambas -madre e hija- intuyen que eso tampoco es cierto. Lo difícil de esta etapa es que las hijas todavía nos necesitan, pero sólo aceptan de nosotras un acercamiento preñado de distancia y de respeto por sus búsquedas y errores.

Querer sin asfixiar, guiar sin tiranizar, observar sin condenar, tolerar lo distinto... Estos principios de convivencia que tan difíciles resultan de aplicar en toda crianza se convierten en todo un desafío cuando los hijos llegan a la pubertad y la adolescencia. Y más difíciles aún cuando de madres e hijas se trata.

Porque ambas son como un espejo que refleja similitudes y diferencias. Si dejamos de mirar a nuestra hija buscando en ella a la bebita dócil que ya no está podremos volcar en nosotras mismas una mirada más piadosa, menos exigente, más libre. Si en vez de preguntarnos: ¿en qué fracasé? buscamos nuevos rumbos para esta etapa de nuestra vida, estaremos creando las condiciones para tener una relación más calma con nuestras hijas.

En definitiva, hay algo que sí puede ayudarnos a que "la sangre no llegue al río", y es desdramatizar estas situaciones. Y tener siempre presente que los conflictos de esta etapa son como la acné: pasan, aunque del cuidado que pongamos depende si quedarán o no cicatrices.

Algo más: también sirve retirar un poco esa mirada obsesiva que posamos sobre la conducta de nuestra hija (¿qué le pasa? ¿qué quiere? ¿por qué hace/piensa/dice esto o lo otro? ¿por qué no me lleva el apunte?) y prestar más atención a lo que nos pasa a nosotras, las madres. En la vida de cualquier mujer, ésta puede ser una etapa signada por el temor al envejecimiento y a sentirse inútiles -porque los hijos están creciendo y ya no nos requieren tanto- o, por el contrario, una oportunidad de encarar nuevos rumbos.

Suele haber más tiempo: para retomar los estudios que alguna vez se abandonaron, para intentar algún trabajo (si hasta el momento la única ocupación fue la de ama de casa), para encontrarse con las amigas, para realizar gimansia... En el camino de la maduración no todas son "pálidas", tal como diría un adolescente. Las mujeres que así lo entienden y así lo viven están tan satisfactoriamente ocupadas en desarrollar sus propias potencialidades que no tienen tanto tiempo para torturarse con los avances y retrocesos de sus hijas.

Ni víctimas ni verdugos: madres e hijas, simplemente. Y la vida que avanza incesantemente, que fluye sin que podamos detenerla. Con sus torbellinos que remueven el torrente de amor, y sus remansos de calma que nutren y enriquecen las aguas. A nadar en ellas también se aprende.

domingo, 19 de junio de 2011

Desencuentros y dramas con hijas adolescentes


Es frecuente que, aun con la mejor intención, muchas mamas de hijas adolescentes digan una cosa, hagan otra y en el fondo de su corazón sientan algo totalmente distinto. Y un caso claro es el de los límites y las salidas. La madre dice que después de todo está bien, que su hija está grande y no la perseguirá con la cuestión de los horarios. Pero lo que hace es ocultarle que la noche anterior estuvo muy angustiada porque eran las 12 y aún no había llegado. Y lo que siente auténticamente sólo aflorar aunque disfrazado) cuando la regañ porque estuvo una hora pegada al teléfo no o dejó la ropa tirada por el piso.

Complicado, ¿no? Como la vida misma. Pero lo contrario sólo existe en la novelas de nuestra infancia, en aquella Mujercitas que leíamos y releíamos 3 que tan poco tiene que ver con la vida de hoy.

También es común imaginar que nuestras hijas no tendrán nada que reprocharnos, ya que nosotras les estamos proporcionando una imagen de mujei más actualizada y moderna que aquella que nosotras vimos en nuestras madres. Sin embargo, una excursión por la realidad nos puede demostrar rápidamente cuan ilusorias son esas fantasías.

En efecto, es muy fácil comprobar cómo la jovencita que tiene una madre activa, profesional y autosuficiente en materia económica, se queja de que "mamá nunca está en casa cuando la necesito; en cambio, la 'vieja' de Laura es brutal, siempre nos espera con alguna torta cuando caemos por su casa''. Y entretando, la mencionada Laura se lamentará de que su madre sea ' 'sólo una ama de casa, tan tradicional, tan quedada".

Por aquí y por allá, los ejemplos abundan.

• La madre se queja de que su hija nunca colabora con las tareas de la casa. La hija protesta porque -según ella- cada vez que intenta meterse en la cocina su mamá está "encima' de ella y no le permite hacer las cosas a su modo.

• Si la madre es coqueta, atractiva y no sabe hacerse discretamente a un lado, la hija se sentirá invadida y se lamentará amargamente de que "mi vieja está siempre metida en mis reuniones; a todos mis amigos les parece encantadora porque no la han visto en su papel de bruja". Y si la hija suele andar desaliñada y "rotosa" -algo quea mamá le pone los pelos de punta-, bastará que un día ambas salgan juntas para que aun asila madre reciba el fatídico piropo de "suegra' '. Y entonces la confusión, el malentendido, volverán a reinar entre ambas.

¿Es que no hay salida?

viernes, 17 de junio de 2011

Madre e hija: rivales


Madre e hija: rivales

Precisamente, parecería que el punto más difícil de aceptar por las madres es éste: sus hijas se están separando de ellas. Y si no existiera tanto amor entre ambas no sería necesaria tanta pelea para lograr la separación.

¿Pelea como símbolo de amor? En este caso podría decirse que sí.
Dice la investigadora Nancy Friday: ' 'He oído exclamar a algunas hijas, en momentos de ira, que ellas no aman a sus madres. Nunca oí decir a una madre, en cambio, que ella no amaba a su hija. La mujer puede ser sincera en muchas cosas, pero el mito de que las madres siempre aman a sus hijas, en cualquier circunstancia, es dominante".

Tal vez la confusión se encuentra en la bendita palabra amor. ¿De cuál amor hablamos: de uno idealizado y perfecto entre muñecas de porcelana? ¿O de un amor menos prolijo pero más real entre dos personas, una que es mujer y otra que empieza a serlo, y que sienten ternura, odio, confusión, temores, celos, alegrías?

Hablemos, por ejemplo, de la rivalidad y los celos entre madres e hijas. Mientras la hija crece para entrar en su maduración sexual y su esplendor de juventud, la mamá avanza nada menos que en dirección al climaterio. Ambas etapas coinciden y dan pie a innumerables situaciones difíciles.

Mamá, por ejemplo, se compra un pantalón. Llega a casa y lo comenta. Entonces "la nena" corre a probárselo. Seguramente no le interesa usarlo, ya que ella viste otro tipo de ropa, pero se lo prueba. Y ¡oh, sorpresa!, mamá descubre que el pantalón le queda mejor a la hija que a ella misma. Por una parte, es muy probable que sienta cierto orgullo (¡qué grande y linda está!, ¡cómo creció!) Y por la otra, también es seguro que sentirá una insoportable, incomprensible punzada de dolor y de celos (pero... ¿cómo?, ¿en qué momento creció?, si ayer no más era una nena... y ahora es una mujer..., y si ella está tan grande, ¿entonces yo ya soy una vieja?)

Aunque no seamos plenamente conscientes de ellos, estos sentimientos existen. Son reales y normales, aunque nos cueste aceptarlos.

Por otra parte, son las mismas hijas las que a veces nos recuerdan cruelmente el paso del tiempo. Y lo hacen con brusquedad, impulsadas más por su enorme necesidad de diferenciarse de nosotras que por una apreciación "objetiva" de la realidad. Nos dicen, por ejemplo: "¿No te parece que ya estás un poco grandecita para ese peinado?". O: "¿En serio pensás salir vestida de esa forma? Estás horrible''. Tal vez un rato antes fue la mamá quien criticó el corte de pelo de la hija, su desprolijidad o el largo de su falda. O quizás no. Pero lo cierto es que el ida y vuelta de los juicios lapidarios y las críticas impiadosas puede convertir la convivencia en un campo minado.

martes, 14 de junio de 2011

La mejor amiga en la adolescencia


Aunque ya se ha dicho muchas veces, es bueno recordar que "adolescencia" viene de la palabra latina adolescere, que quiere decir padecer. Y es cierto, porque el adolescente sufre y padece con todos los cambios que está viviendo. Pero lo que no suele tomarse tan en cuenta es que los padres también sufren, y no sólo por causa de los hijos, sino porque ellos también están cambiando. Sus hijos ya no son bebés, pero ellos tampoco son los mismos que cuando sus hijos eran bebés. Aceptar estos cambios, abandonar la pretensión de que somos una especie de inmutables pozos de sabiduría -obligadas siempre a hacer lo correcto y a entender todo- es quizás el primer paso para aflojar tensiones.

De todas formas, ¿por qué será que nos resulta más fácil -o menos pesado-entendernos con el hijo varón que con la hija mujer? Como lo expresó Mabel, al comienzo de esta nota: ' 'Con mi hijo, y eso que es varón, tuve menos problemas' '. ¿No será que "precisamente porque es varón" tuvo menos problemas? Las mujeres estamos acostumbradas a que es normal no entender muy bien a los hombres, porque ellos son distintos y de todos modos pertenecen más al mundo de afuera que al de adentro de la casa. Pero con "la nena" es otra cosa. Creemos que debería ser otra cosa, porque ella es mujer como nosotras y, por lo tanto, se supone que estamos capacitadas para saber al dedillo lo que le pasa.

Le decimos a nuestra hija: ' 'Nadie te conoce como yo" .O "la mejor amiga es la madre". ¡Cuidado con la trampa! Abramos bien los ojos y observemos qué es lo que pasa realmente. ¿Acaso la vida cotidiana no nos está demostrando que eso no es cierto y que ha llegado la hora de revisar ciertas creencias?

Nadie conocía como nosotras a aquella bebita; nadie sabía interpretar como nosotras sus llantos y sus pedidos. Pero la beba ha crecido y ya no necesita nuestro pecho cada dos horas para sobrevivir, y ya no busca sólo nuestra mirada, sino que ansia las otras. Por ejemplo, la del novieci-to con el que se pasa dos horas hablando por teléfono, o la de aquella amiga que no es "extraña", "vaga" o "antipática' ', sino una chica como ella, que seguramente la entiende mejor que su madre.

Todos los días, inevitablemente, nuestra hija sigue creciendo. Y a medida que crece, se separa, se aleja. No nos deja de querer ni de necesitar, sino que nos quiere y nos necesita de otro modo.



domingo, 12 de junio de 2011

Hijas adolescentes


¿Qué pasó con aquella bebita tierna a la que alguna vez miramos embobadas mientras parientes y amigos nos decían "parece una muñequita''? ¿Dónde quedó la nena dulce que venía corriendo a refugiarse en nuestra falda, buscando consuelo o complicidad? ¿Será posible que se haya convertido en esta jovencita insolente y malhumorada, ajena y reservada?

Si usted es madre de una niña púber o adolescente, sabe de qué estamos hablando. Y si no lo es, bastará que mire a su alrededor, que escuche los testimonios de otras madres. Suelen ser de este estilo:

•"A veces me pasa que desconozco a mi hija. Hasta ahora habíamos sido casi inseparables. Pero de un tiempo a esta parte parece empecinada en mostrarse como una extraña. Se acabaron las confidencias y ya no aguanto que ande siempre con esa expresión de fastidio, como si todo lo que yo dijera le molestara. Nada le viene bien; sencillamente, no nos entendemos, y eso me desespera". (Clara , 43 años, su hija tiene 14).

• "Me casé muy joven y siempre pensé que sería hermoso llegar a este momento: tener una hija de 16 años cuando yo apenas tengo 35. Me imaginaba que seríamos amigas, que podría ayudarla, aconsejarla, entenderla. Pero es imposible, porque ella se aisla. Discutimos mucho y con bronca. Me enferma ver que se pase horas encerrada en su cuarto, o que prefiera a esa amiga rara que tiene, antes que aceptar cualquier invitación que yo pueda hacerle. ¿Cómo fue que me equivoqué tanto? Y lo peor es que ni siquiera sé muy bien en qué me equivoqué." (Irene R.)

• "Mi marido dice que ya está harto de las peleas que tengo con mi hija. Y claro, para él es muy fácil porque no tiene que andar lidiando con ella. A él lo respeta, pero a mí... Yo digo: es una joven inteligente, ¿tanto le cuesta entender que a mí me dejaría contenta si a veces, sólo a veces, me hiciera caso? Con mi hijo, y eso que es varón, tuve menos problemas. La nena, en cambio, parece que disfrutara haciéndome sufrir". (Mabel G., 40 años, tiene una hija de 13).

• "Lo que más me duele es su mirada de desprecio. El otro día no tuvo ningún empacho en decirme que lo mejor que puedo hacer es ocuparme de mi vida, 'que bastante estropeada está'. Pero no le di el gusto de ponerme a llorar, como otras veces. Yo también le grité. Le dije que seguramente ella no sentía lo mismo cuando yo le daba la teta, cuando le limpiaba los pañales sucios, cuando me privaba de salir para no dejarla a cargo de nadie, o ahora mismo, cuando ando recogiéndole la ropa que deja tirada y sirviéndole como mucama de lujo. Le dije que ya estoy harta, y es verdad". (Noemí T., 42 años, una hija de 16).

Apenas cuatro casos, pero alcanzan como muestra de una situación muy frecuente, que desconcierta, confunde... y duele. Sin embargo, y a pesar de la dureza de estos testimonios, las madres que aquí opinan no fueron tan categóricas al principio de la charla. Les costó meterse de lleno en sentimientos tan '' incómodos'' como la ira o la frustración, pasando por encima de la valla de los cuentos color de rosa. Esos cuentos legendarios que las mujeres siempre escuchamos fascinadas, acerca de madres perfectas que sólo tendrían hijas perfectas.

Y no. Claro que no, que no existe la perfección; ni en ésta ni en ninguna otra relación humana. Las madres reales de hijas reales están unidas por un vínculo tan amoroso como conflictivo. Y uno de los momentos de mayor conflicto es precisamente aquel en que la hija comienza a convertirse en mujer.

jueves, 9 de junio de 2011

Firmeza y diálogo para educar



Con los más grandes, hay que actuar de forma más diferenciada: ¿podemos pasar el asunto por alto?, ¿conviene distraerlo?, ¿o es necesario mantenerse firme?

Con los de edad escolar ya se puede dialogar. A menudo basta con decirles claramente que su comportamiento es inaceptable y que no vamos a tolerarlo.

Pero en todos los casos necesitan que compartamos mucho tiempo con ellos, realizar tareas juntos, hablar, leer, cantar, ir de excursión, pasarlo bien. Un chico feliz es un niño bueno. Y para ser feliz necesita sólo tres cosas: mucho amor, mucho ejercicio al aire libre y una tarea interesante por la que valga la pena esforzarse.

martes, 7 de junio de 2011

Alternativas para poner límites a sus hijos


¿Y cuáles son las alternativas?
Muchos padres, deseosos de convencer a sus hijos por las buenas, les dan largas explicaciones de por qué no deben hacer esto y aquello. Confían en el poder de la palabra, pero en numerosas ocasiones tanta verbosidad resulta abrumadora para los niños. O ya saben lo que deben hacer o son demasiado pequeños para comprender.

Por lo general, las frases cortas y contundentes les llegan mejor. La pequeña Lara sabía muy bien que, sacando la lengua, provocaba a su mamá. Pero necesitaba exteriorizar su frustración. Lo mejor en esta situación hubiera sido ignorar la provocación, hablar de otra cosa o decir quizá "qué bonita lengua". A los niños, observar el enojo de la mamá les resulta sumamente interesante y puede animarlos a seguir con el juego, sólo por la curiosidad de saber hasta dónde llega. En cambio, una reacción que los aburra terminará pronto con el comportamiento indeseado. ¿Y los límites que hay que imponerles? En este caso, los límites ya quedaban claros al no ceder la madre al capricho de la nena. Si tenía sed, podía tomar agua o jugo.

Más grave es que un niño tire a sus hermanos objetos a la cabeza. Hay muchos pequeños que se portan así cuando algo se interpone en su camino: pintarrajean las paredes, rayan la mesa del living o abren la llave del gas. Todos tienen alguna razón para eso, ya que ningún chico es malo por naturaleza. Es cosa de los padres reflexionar sobre las posibles causas. Quizá su hijo se porte así porque durante las últimas semanas se han ocupado poco de él (aunque haya sido por razones justificadas).

La primera reacción deberá consistir, naturalmente, en sacarle al pequeño iracundo los autitos, retirarlo de la cocina o guardar los marcadores. Pero, a la larga, su comportamiento sólo mejorará tras una dosis extra de atención.

En los muy chiquitos, lo más eficaz suele ser un cambio de la situación. Guardar el objeto que no debe tomar, retirarlo del lugar peligroso, tomarlo en brazos y llevarlo a otra habitación, cada una de estas acciones debe ir siempre acompañada de un corto y contundente "no, no".

domingo, 5 de junio de 2011

La violencia y el amor no son compatibles


Los niños que desde pequeños experimentan que el argumento más contundente son los golpes no aprenden a dialogar ni a resolver sus conflictos de forma pacífica. Y es precisamente esto lo que necesitan para el futuro, tanto en la escuela como más tarde en su ámbito personal y laboral.

No serán los niños intimidados por la razón de la fuerza los que mejor se manejarán en la vida, ni tampoco los que a la primera de cambio levantan la mano. Por el contrario, serán aquellos que en su infancia han podido adquirir una sana confianza en sí mismos, un gran respeto por los demás y una buena capacidad de dialogar.

Y por último: ¿qué clase de hogar es aquel donde los adultos imponen su voluntad gracias a su mayor fuerza física? Una verdadera familia es otra cosa. Hasta los domadores del circo, para convencer a sus animales, trabajan hoy con otros métodos que los golpes.


jueves, 2 de junio de 2011

Poner límites sin violencia


No podemos aceptar es que el único medio para imponer estos límites sean los golpes. Existen métodos más humanos y más eficaces. Podemos caer en una escalada de violencia.

Nuestra lectora cuenta cómo le pegó a su hija cuando le sacó la lengua. Al parecer, esto bastó para que se portara mejor. ¿Y si le hubiera sacado la lengua otra vez? ¿Le habría pegado más fuerte? ¿Y después? ¿Habría seguido hasta llegar a la paliza? Uno de los grandes peligros de los castigos físicos es que pueden convertirse en una escalada de violencia. Al final, el educador sólo tiene dos opciones: o ceder o pegar más fuertes.

Nuestra lectora podría alegar que sus hijos obedecen ya con una pequeña cachetada y no se produce ninguna escalada. ¡Pero en cuántas familias esto no es así! ¡Cuántos niños prefieren ofrecer la manita para recibir otro golpe antes de plegarse a la voluntad de los padres! ¿Y qué decir de los más grandes? Sólo hay que preguntar a la generación anterior, cuando la educación a fuerza de bofetadas estaba muy extendida. ¡Cuántos chicos preferían la paliza antes de dar su brazo a torcer! A la larga, la educación a los golpes sólo puede dar dos tipos de personalidad: la rebelde o la excesivamente sumisa.

Si nuestra lectora afirma que su método es eficaz, pensamos que esto es así porque posee una fuerte personalidad. Es su personalidad, no los golpes, lo que guía a sus hijos. Los padres que no son una autoridad para sus hijos pueden pegar tanto como quieran, sin que les hagan el más mínimo caso. Por el contrario, los que se imponen por su personalidad no necesitan recurrir a los golpes.

En una encuesta realizada por la revista alemana, Eltern, casi todos los padres-entrevistados coincidían en que el efecto de una cachetada o de una bofetada sólo duraba unas horas, si acaso: según un 18 por ciento, los niños obedecían durante unos días; según un 20 por ciento, durante unas horas; para un 41 por ciento, el efecto era nulo; y el restante 21 por ciento afirmaba que los golpes volvían a los chicos más rebeldes. En resumidas cuentas: pegar no sirve como método educativo.

martes, 31 de mayo de 2011

Licencias por maternidad


  • Es conveniente que la mamá gestante de mellizos, trillizos... conozca las licencias que prevé la ley para la embarazada en general, con o sin goce de asignación.
  • Es aconsejable que dialogue con la empresa, ya sea para agregar tiempo adicional a la licencia -si fuera necesario- o para hacer uso de las vacaciones anuales después de que ésta termine.
  • La ley otorga a la madre noventa días de licencia, de los cuales por lo menos treinta deben ser inmediatamente anteriores a la fecha estimada para el parto, con conservación del empleo y goce de las asignaciones que le confiere el sistema de seguridad social.
  • Si tiene un año de antigüedad en el empleo y necesidad de quedarse más tiempo con su bebé después de finalizar la licencia, la mamá trabajadora puede hacer uso del estado de excedencia, siempre que lo notifique debidamente al empleador cuarenta y ocho horas antes de que aquélla termine. Esto implica la inasistencia al trabajo por un período no inferior a tres meses ni superior a seis, sin goce de sueldo.
  • La mujer que deba ausentarse de su trabajo por un tiempo más largo a consecuencia de una enfermedad que, según certificación médica, se origine en el embarazo o parto, y la incapacite para reanudarlo una vez vencidos los plazos de licencia por maternidad, conservará su derecho a percibir su remuneración durante un período de tres o seis meses, según haya permanecido en su trabajo menos de cinco años o un tiempo mayor a ese lapso.
  • La madre con cargas de familia que, por circunstancias descriptas en el párrafo anterior no pudiera concurrir a su trabajo, tendrá derecho a sus sueldos durante seis y doce meses respectivamente, según su antigüedad sea inferior o superior a cinco años.

sábado, 28 de mayo de 2011

Enseñar a los niños a cuidarse


La ola de robos y delitos de todo tipo que sacude a nuestra sociedad obliga a que eduquemos con eficiencia a nuestros hijos para que sepan cómo actuar para evitar peligros. Ponga en práctica con su familia estos consejos.


Las épocas en que los niños jugaban en la vereda y las casas quedaban con la puerta abierta quedaron, lamentablemente, atrás. La inseguridad alcanza hoy a ciudades grandes y pequeñas. Y, como siempre, los blancos más fáciles son los más débiles, como los niños. Hasta que se le encuentre una solución verdadera al problema de la inseguridad lo que podemos hacer es estar prevenidos y atentos para cuidar mejor a nuestra familia. Sumados a las recomendaciones típicas que les hacemos los padres a nuestros hijos, hay algunos aspectos que conviene tener en cuenta, en los que es posible que no hayamos reflexionado hasta el momento. No se trata de vivir a la defensiva, sino de internalizar los comportamientos seguros para detectar cualquier peligro antes de que nos afecte.

Este también es el tono que tenemos que usar para enseñarle a los chicos a cuidarse, ya que nuestro objetivo no es convertirlos en seres antisociales, sino enseñarles a respetar las pautas que les damos los padres y a responder a su instinto cuando sienten que corren algún riesgo. Los niños tienen que tener los ojos bien abiertos todo el tiempo, pero sobre todo durante los momentos de mayor vulnerabilidad para ellos, por ejemplo, mientras permanecen solos en la casa, cuandovan por la calle camino al colegio o, incluso, dentro de la institución.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Algunos motivos de enojo de los adolescentes



• Cuándo decir "no "

Si ante la persistente presión de los hijos, los padres ceden, sin duda lo que hacen es repetir un modelo que se arrastra desde tiempo atrás, cuando al no poder tolerar la explosión de un berrinche se entregaron a sus exigencias.

Al empezar a preguntarse si es justo o razonable poner un límite al "dame más" ropa, más salidas nocturnas, más dinero o al "dame, dame, dame"... seguramente empezarán a modificar ese modelo de comportamiento buscando formas de pactar con ellos sin tantos choques. Traten de ser consecuentes con el "no". No demuestren enojo, manténganse firmes y coherentes en sus posiciones.

• El desorden en la habitación

"No tengo tiempo". "No me controlen mis cosas". "Yo estoy cómodo". Son Algunas de las expresiones con las que se habrán topado más de una vez. Si se enredan en peleas estériles, sólo se generarán problemas mayores. Comiencen, en principio, por cerrar la puerta del dormitorio para no enfurecerse demasiado, y luego prueben elaborar conjuntamente una especie de "plan de tareas" en donde el adolescente tendrá la oportunidad de elegir cuándo es el momento adecuado para realizarlas.

De no perseguirlos con recriminaciones, por su cuenta pondrán un orden, que evidentemente responderá a sus propias necesidades de conseguir una organización y equilibrio interior. Los jóvenes quieren sentir que tienen el derecho de controlar su vida personal.

• Espacios propios, espacios comunes

¿Quién podrá más? -se preguntan muchos padres desorientados-. El problema emergente aquí es que parten de una incorrecta formulación, donde la puja se asienta en quién tiene el poder. Con frecuencia los adultos no les dejan margen para compartir los espacios familiares y alegan en tono autoritario: "En esta casa las cosas se hacen o se hacen". Se crea un clima de incomodidad donde ambas partes se disputan espacios de pertenencia, que se opone al auténtico concepto de le que significa compartir.

Ni su música preferida debe aturdír nuestros oídos, ni nosotros debemos gritarles que bajen esa "horrible música", en un mal intento de ejercicio de autoridad paternal. Hagan un trato con ellos y procuren encontrar formas posibles para conciliar los gustos en un diálogo que resulte incluyente y no un monólogo unilateral. Establecer un compromiso de convivencia, con límites razonables, será una buena política para implementar en la casa.


lunes, 23 de mayo de 2011

Educacion de hijos


El mejor momento para estudiar

Respeta su propio ritmo. Hay chicos que estudian mejor por la tarde, otros por la noche, e incluso, algunos por la mañana temprano. Lo que sí es conveniente que tu hijo estudie un poco todos los días de la semana. Ello hará que su hábito no decaiga y evitará los tipicos apurones cuando se avecinan los exámenes.

Por otra parte, nuestro hijo necesita un lugar tranquilo y retirado para estudiar. Ese sitio debe ser siempre el mismo, alejado de la televisión, el ruido y las visitas. Su habitación es mejor que el cuarto de estar y recuerda que un horario y un lugar regulares facilitan el hábito de estudiar.

viernes, 20 de mayo de 2011

El miedo al secuestro de un hijo


Uno de los miedos más agudos que sentimos con respecto a nuestros hijos es que, en algún momento de descuido, un desconocido los secuestre, pero hay algunas "señales de alarma" que usted puede reconocer para diferenciar a un extraño peligroso de alguien desconocido con buenas intenciones. No estamos hablando de una persona que saca un arma y se lleva a una criatura, sino de aquella que se acerca poco a poco, persuasivamente, y de pronto desaparece con el chico. Suelen acercarse con toda naturalidad, inician una charla con el tono más simpático y, en los primeros minutos, prueban el terreno para ver qué resultados puede tener su propósito delictivo. Al aproximarse de a poco pueden irse sin problemas si notan que las cosas no van bien.

Uno de los lugares en los que estos delincuentes buscan "blancos fáciles" son los shoppings, por el amontonamiento de personas y las fuentes de distracción. Una de las bases de su estrategia es que el niño o su madre sientan confianza, por eso es común que aparezcan en medio de un problema, ofreciendo su ayuda sin que nadie se lo haya solicitado.

Para defenderse, preste atención a las señales de alarma:

Su simpatía es forzada: haga lo que haga, o diga lo que usted diga, esta persona mantendrá la sonrisa intacta y seguirá haciendo chistes.

Falso compañerismo: el extraño seguramente manifestará comprensión extrema de su situación, porque él mismo está o estuvo en un momento semejante. Si olvidó algo en un negocio y tiene que regresar, él se ofrecerá a cuidar a su hijo mientras tanto, argumentando que la comprende porque ya le ha pasado lo mismo.

Detalles excesivos: para ganar su confianza, le dará detalles como direcciones o nombres de personas que usted no conoce.

Desconfíe! Cuando alguien dice la verdad no tiene la necesidad de justificarse con detalles. Le endosará un defecto: le dirá que es sobreprotectora, o a su hijo que es cobarde, con el propósito de que sientan la necesidad de demostrar lo contrario.

Ofrecer lo que no se pidió: al prestarle su ayuda "desinteresadamente" a usted le resultará más difícil decirle que la deje sola, que no lo necesita. Si su primera impresión, su instinto, le señalan que es una persona desconfiaba, es preferible que pase por antipática antes de correr un riesgo.

Le promete lo que ofrece: cuando alguien le diga "prometo", utilice esta palabra como una luz de alarma para descubrir que tiene razones para dudar de lo que dice.

No acepta una negativa: si ante el primer acercamiento usted dijo "no, gracias" y el extraño sigue insistiendo, es evidente que desea tener el control de la situación. La mejor forma de reaccionar es decir lo que le pasa por la cabeza, en el tono y con la mirada que le surja. Esto le indicará al agresor que usted está prevenida, y lo alejará.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Las salidas de los adolescentes


La idea de quedarse a dormir en una casa ajena representa toda una aventura para los niños, pero el permiso se puede otorgar solamente si los padres conocemos perfectamente a la familia del otro nene.

Al pasar toda una noche fuera delegamos en las manos de los otros padres la seguridad (cerrar la puerta con llave, cerrar las llaves de gas,, etc.), por lo que debemos tenerles confianza, así como también es fundamental conocerlos lo suficiente como para descartar cualquier tipo de abuso.

Los adolescentes son un grupo vulnerable por varias razones: sienten que son indestructibles y están en permanente desafío de los límites Recuérdeles las pautas de cuidado fundamentales y procure que comprendan que es para su beneficio y las cumplan.

Cuando toman un taxi o remise deberán llamar a una agencia conocida y pedirle al chofer que espere en la puerta hasta que ellos entren al edificio o a la casa. Si el conductor les inspira desconfianza, deberán dirigirse a un lugar iluminado y con gente y pedirle enérgicamente, pero con calma, que estacione.

Lo mejor es que se muevan en grupo y dejen dicho adonde van. Si tienen que caminar al costado de una ruta -situación frecuente en los lugares de veraneo, cuando van a bailar- deben hacerlo de frente al tránsito, para ver las maniobras de los vehículos. Cuando están en un parque lo mejor es permanecer "a la vista" de la gente, no aislarse ni quedarse en lugares muy arbolados, donde nadie los escucha ni los vea si algo les sucede.

martes, 17 de mayo de 2011

Seguridad en la escuela


Asegúrese de que los niños entran al colegio. Si van en micro, un adulto tiene que acompañarlos cuando suben y recibirlos cuando regresan.

Indíqueles que no tienen que irse de la escuela con ninguna persona que no conocen, ni durante las horas de clase ni a la salida. Si tienen dudas sobre lo que deben hacer, lo mejor es consultarle a la maestra o pedir permiso para llamar a la escuela.

Si quieren hacer una actividad después del colegio que no estaba prevista tiene que llamar por teléfono a los padres para consultarles.

domingo, 15 de mayo de 2011

Niños solos por la calle


No tienen que ir a ninguna parte con alguien que encuentren por la calle, sea conocido o no, a menos que sus padres lo sepan y le hayan dado permiso.

Si notan que alguien los sigue, lo mejor es alejarse. No tienen que permitir que un desconocido les saque una foto.

Si un adulto les pide ayuda (les pregunta una dirección o les pide que lo acompañe a buscar un perrito perdido, por ejemplo) no tienen que responder, ya que una persona mayor tiene que recurrir a cualquier otro adulto.

Si están en un lugar público, como un cine o un shopping, no los deje ir solos al baño. A los varones mayorcitos, que ya no entran al baño de damas, acompáñelos hasta las cercanías de la puerta y espérelos hasta que salgan.

Asegúreles que jamás irá un desconocido a buscarlos s a alguno de los padres les pasa algo grave. Si una persona que ellos no conocen insiste en llevarlos diciendo que sus papas tuvieron un accidente tienen que comenzar a pedir ayuda a los gritos.

En lo posible tienen que ir al colegio junto con otros nenes, siempre por caminos iluminados, sin tomar atajos. Nunca tienen que hacer dedo.

viernes, 13 de mayo de 2011

Niños solos en la casa


Siempre tienen que pedirle permiso a uno de los padres antes de salir y tienen que dejar dicho dónele están, cuándo van a volver y cómo van a hacerlo.

También es útil que nosotros tengamos a mano los teléfonos de las casas de los mejores amigos de nuestros niños para que podamos comunicarnos si necesitamos hacerlo.

Cuando no están con adultos no tienen que abrirle la puerta de calle a ninguna persona desconocida o que, previamente, no haya anunciado visitar la casa.

Al atender el teléfono deberán responder que los padres están ocupados y no pueden hablar, pero nunca deben decir que no hay nadie más que ellos.


Charle con ellos y expliqueles que deben negarse enérgicamente ante cualquier persona que los toque en los lugares "que cubre la malla".

También confírmeles que tienen derecho a alejarse de cualquier persona que haga algo que los ponga incómodos, que los asuste o que los confunda.

Además, tienen que saber que usted va a escucharlos y a creerles si le cuentan que les sucedió algo así. Dígales que guarden en su cajón, bien a mano, los teléfonos de algunos familiares, un vecino y de la policía.

Si tiene que dejarlos al cuidado de una persona mientras usted trabaja, elija a alguien de quien tenga referencias certeras.

martes, 10 de mayo de 2011

Reacciones ante el cambio de los padres


No todos los niños responderán bien a la "fórmula de las buenas noches". Los niños que no tienen confianza en ellos mismos o tienen algún problema, no cooperarán al principio, pero es muy importante mantenerse haciéndolo todas las noches. Si el niño tiene dificultad en Identificar a|go positivo acerca de sí mismo, usted puede inducirlo diciéndole: "Me encantó como te quedaba ese pantalón que usaste hoy". O: "Es una maravilla lo bien que te llevas con tu hermanito". O bien decirle cosas por las cuales usted lo aprecia: que la haya ayudado a recoger la mesa o que le haya dado de comer al gato sin que nadie haya tenido que recordárselo.

¡No se rinda! Si la fórmula no da resultado las primeras veces, quizás es porque el niño está tratando de comprobar si usted de veras cree en este ejercicio... ¡y en él! Cerrar la puerta y abrir el corazón: "A veces", contaba una niña de doce años, "le digo a mi madre: 'Mámi, ¿puedo hablarte?', y ella me dice: 'Sí, mi amor'. Y yo le cuento todo lo que me está preocupando, y cuando termino, ella me mira y me dice: 'Qué era lo que decías, hijita..?' ". Desgraciadamente, la madre de esta niña no es la única que no atiende. Y los niños que se ven privados durante mucho tiempo de la atención de sus padres se sienten despechados, viven a la defensiva, se muestran poco cooperadores, indiferentes o batalladores.

Si algo de esto le ha sucedido con su hijo, usted puede persuadirlo de que confíe en usted nuevamente. Pero deberá dedicar tiempo a lograrlo... y enfrentar el problema en la forma correcta. Piense en los momentos en que usted le ha abierto su corazón a otra persona... esa persona le ofrecía una atención completa, ¿no es así? Y, además, esa otra persona habló muy poco, se concentraba en escucharla a usted y lo que le estaban diciendo.

Pues, el caso de su hijo no es distinto al suyo. Y si usted quiere que sus hijos abran su corazón lo primero es crear una situación similar. Escoja un lugar de la casa adecuado, y elimine todo tipo de distracciones. Aleje del área a los otros niños, a los animales, apague la televisión, la radio o el tocadiscos... dispóngase a escuchar.

La actitud corporal que usted asuma es tan importante como las palabras que vayan a intercambiarse. Siéntese cómodamente, pero bien cerca de su hijo, al alcance de sus manos. Manténgase relajada e interesada en lo que su hijo tiene que comunicarle. Su actitud ayudará a su hijo a sincerarse.

Si el hijo tiene alguna dificultad en comenzar, usted puede ayudarlo con algunas preguntas, como: "Dime, ¿qué fue lo que te sucedió hoy, que estabas tan enfadado?", "¿Cómo te sientes?". Si todavía el niño, o el joven, permanece callado, usted puede ayudarlo más todavía con comentarios de este tipo: "Sé muy bien lo complicado que le resulta a uno hablar de sus sentimientos". O bien: "No quieres decirme lo que te pasa porque tienes miedo de que yo vaya a criticarte o a pelear... Te aseguro que no lo haré!". (Y, por supuesto ¡no vaya a ocurrírsele hacerlo, pase lo que pase!).

Esté preparada para obstáculos de todo tipo. A algunos niños les resulta más difícil que a otros abrir completamente su corazón a los demás. Pero usted debe ser persistente y llenarse de paciencia. A lo mejor tiene que estarse un buen rato en silencio, con el brazo extendido sobre los hombros de su hijo. No se angustie si él la rechaza. Simplemente, déle una y otra oportunidad de que hable, en (as circunstancias adecuadas. Y finalmente verá cómo el tiempo y el amor que ha invertido ¡los recobrará con creces!

lunes, 9 de mayo de 2011

Padres que quieren cambiar


¿Se ven a ustedes mismos como otro tipo de padres que no sea el genuinamente interesado en sus hijos? Quizás forman parte de tantas personas que no recibieron en la niñez todo el amor que necesitaban, y ahora se les hace difícil amar... Y puede ser que, por mucho que lo deseen, ustedes no atinan con la forma de relacionarse con sus hijos, ni siquiera sepan por dónde comenzar. No se preocupen. Nunca es tarde para aprender y nunca demasiado temprano para comenzar. Así que aquí les explicamos clases de ejercicios que pueden comenzar a practicar desde hoy mismo.


A algunos niños les resulta más difícil que a otros abrir completamente su corazón a los demás. Pero usted debe ser persistente. No se angustie si el niño la rechaza. Simplemente, déle una y otra oportunidad de que se exprese, en circunstacias adecuadas. Si usted persiste verá cómo sus esfuerzos son compensados...

La fórmula de las buenas noches: ¿Está su hijo deprimido? ¿Es difícil lograr que se entusiasme por algo? ¿Es su actitud perturbadoramente negativa? Si es así, es muy probable que el niño no esté teniendo mucho éxito con respecto a la tarea de edificar su propia estimación... ¿Cómo puede ayudarlo?

Establezca el ritual de la hora de dormir que le explicaremos a continuación. Como verá, el foco de la atención del niño se dirigirá hacia sus logros y las fuerzas de que dispone para conseguirlos. Si el niño reflexiona todos los días acerca de estos aspectos de su vida, irá progresivamente adoptando una actitud más positiva. Este ritual requiere poco tiempo —quizás 15 minutos— pero vale la pena practicarlo.

La hora de dormir es un evento importante en la vida del niño. El tiempo que se le dedique ahora rendirá mucho más que ese mismo tiempo si se le dedica mientras come o mientras juega. (Y también reafirma a padres muy ocupados o que estén criando solos a sus hijos).

Acueste al niño y siéntese a su lado. Es muy importante establecer una atmósfera cálida, cariñosa, de aceptación. Es esencial mirarse a los ojos y estar físicamente cerca. Entonces, haga que su niño le cuente cada noche tres cosas: —algo que le guste de sí mismo —algo que hizo bien y lo dejó muy complacido —algo que piense hacer mañana.

Cuando el niño termine, haga usted lo mismo. Esta es una oportunidad maravillosa de comunicarle a su hijo ciertos valores humanos. Por ejemplo, usted puede sentirse bien consigo mismo porque supo irse temprano a la cama y al día siguiente estuvo alerta en su trabajo. O bien, porque pudo resolver algunas cuestiones que se presentaron en la casa, o pudo decirle a su esposo que lo quiere, o pudo ayudar a una amiga que tenía un problema... (según sea el padre o la madre quien o acueste). Cuando el niño y usted hayan terminado, abrácense y bésense y díganse: "Te quiero".

sábado, 7 de mayo de 2011

Los adolescentes invaden la casa


Papá no pudo disimular su malestar cuando al dirigirse a su sillón preferido, dispuesto a leer el diario, encontró en él a un amigo de su hijo. Estaba muy apoltronado, con las piernas sobre la mesita del living, hojeando con desgano una revista de rock.

Una tarde mamá llegó de hacer las compras y se fue derechito a la cocina para apurar la cena. Su hija con unos amigos se le había adelantado con su propio proyecto, prepararse una suculenta y variada merienda, y de esa tarea daban cuenta los utensilios utilizados que aparecían aquí y allá.

Pero son especialmente los días feriados los que se prestan para que los amigos de los hijos se instalen en casa y la transformen en su cuartel general. Se quedan a comer, a veces a dormir. y con el correr de las horas se les suman otros chicos. Entonces es frecuente que el baño esté permanentemente ocupado (¡no salen nunca!), y que la música se escuche en todas las habitaciones con un sonido no precisamente bajo (¡los vecinos!).

Mamá no da abasto haciendo sandwiches (¡cómo comen!), y si papá llega hambriento y sediento encuentra la heladera despojada (y hay que salir corriendo a comprar algo). Mientras, ellos fuman despreocupadamente sin importarles el destino final de la ceniza (cortinas, alfombras...). Y más: madre y padre sienten, sospechan, adivinan que están de más, porque las miradas de su hijo/a son muy elocuentes cuando se quedan junto al grupo. Y como no quieren soportar el futuro reproche (¡siempre me estás vigilando!), hacen mutis por el foro, pero ¿adonde? porque la casa no es demasiado grande...
"¿Siempre se tienen que reunir aquí?"

Ellos nunca se opusieron a que sus hijos recibieran a sus amigos; les da cierta tranquilidad y les gusta que sean sociables. Pero no pueden negar que por momentos se sienten francamente invadidos. Hay espacios "sagrados", en los cuales los adolescentes se acomodan y como son los invitados, los chicos de la casa no les ponen ninguna restricción.Pero mamá y papá no dicen una palabra; de ninguna manera mortificarían a sus hijos; se callan y aguantan, aunque no poder disfrutar de todos los ámbitos a sus anchas les molesta bastante.

Y no dejan de pensar: ¿por qué no se reunirán alguna vez en otra casa?''. Porque la suya, cuando se producen estos encuentros, no les pertenece como antes, al menos para estar y pasearse por ella con la comodidad habitual. La intimidad se ve perturbada: papá no se atreve a ponerse el piyama para ver la TV a gusto, y mamá resigna la bata y las chinelas.

La brecha generacional en este período es más intensa que nunca y hay que encontrar medios para acortarla. La comunicación con los adolescentes se hace difícil, es cierto; también es cierto que ellos están esperando un motivo para enfrentarse a sus padres y descalificarlos. Sin embargo, los necesitan, y este rechazo sistemático a lo que los progenitores dicen no es más que una forma de afirmar su identidad. De manera que para solucionar el tema de la "invasión" hay que apelar a la imaginación.

Se puede intentar llegar a acuerdos y negociar zonas y horarios: "El sábado nosotros vamos al cine; vos y tus amigos pueden quedarse en casa"; "hoy queremos mirar televisión en el living, ¿si escuchan música en la habitación?"...


Cuando se trata de una reunión ocasional, de ésas a toda música, a toda comida, a toda "pilcha", y con invitados que superan el número habitual, el asunto es otro. En tanto hayan avisado con anticipación, y se ocupen de organizar todo, no existen impedimentos. Pero, cuidado: siempre y cuando respeten y hagan respetar la integridad del lugar y no repitan ese tipo de fiesta todos los fines de semana. Es probable que al día siguiente la encargada de restaurar el orden donde alguna vez lo hubo sea mamá, pero hay que tratar de comprenderlos, acompañarlos en su crecimiento y compartir algo con ellos. Por eso, vale la pena tolerar ese trabajito extra.

Y no olvidar que chicas y muchachitos tienen que conocer el límite de sus deseos, y, ya que están probando cómo estar en el mundo, enseñarles a respetar la vida de los demás (en este caso la de sus padres) es un muy buen ejercicio.


viernes, 6 de mayo de 2011

Los buenos padres


Los padres genuinos sienten positivamente acerca de ellos mismos y de sus hijos. E mensaje que envían es: "Me gustas. Eres buena persona". El hijo de padres que lo quieren genuinamente recibe, como todo niño, el mensaje que le envían, y responde de estas maneras:

—"Les gusto".
—"Me dan responsabilidades".
—"Puedo hablarles: me atienden".
—"Les gusta besarse y apretujarse conmigo".
—"Si se equivocan, lo admiten".
—"Me toman en serio".
—"Les gusta estar conmigo".

Cómo se sienten interiormente los hijos de padres genuinos: Estos niños poseen propia estimación. Y se dicen a sí mismos:

—"Me siento una persona; no una cosa que empujar para un lado y para el otro".
— Soy un miembro importante de esta familia".
— Me tienen en cuenta. Yo aporto algo a la familia".
— La mayoría de las personas que conozca me aceptarán".

Como se comportan los hijos de padres genuinos: Los hijos de padres genuinamente interesados en sus hijos, son niños muy capaces. Son espontáneos, activos, energéticos, felices; se llenan de entusiasmo; son confiados, un poco "sabiondos", pero abiertos a nuevas ideas; reflexivos y muy considerados con los demás.


Cómo se originan los padres genuinos:
Cuando estos padres a su vez eran niños, sus propios padres tenían fe en ellos, o bien, ya de mayores, han sido personas que han hallado la manera de sentirse en paz consigo mismas, y que en algún momento, tomaron la decisión consciente de que no iban a hacer el papel de víctimas en este mundo. Estos padres se toman en serio a sí mismos.

Sienten al mismo tiempo respeto y compasión por sus personas, pero evitando ser indulgentes, malcriarse o engañarse con respecto a lo que son. Cuando cometen un error, lo utilizan como una oportunidad de aprendizaje. Se recuperan por sí mismos, sin necesidad de perder tiempo en lamentaciones inútiles. Los padres genuinos saben cómo divertirse. Y puede considerarse que sus hijos son niños muy, muy afortunados.

miércoles, 4 de mayo de 2011

hijos de padres desentendidos


Cómo se comportan los hijos de padres desentendidos: Los hijos de este tipo de padres pueden presentar los siguientes síntomas: tendencia a robar, a ser exagerados, depresión, indiferencia a lo que les rodea, ansiedad, conducta fastidiosa, dolores de estómago.

Para evitar tener que enfrentar verdades dolorosas, los hijos de padres que se desentienden suelen gastar grandes energías tratando de negar lo que ven y lo que sienten. Especialmente después de un divorcio, si el padre sólo ve a sus hijos muy de tarde en tarde, y los niños saben perfectamente que él podría estar con ellos más a menudo si quisiera.


Resulta demasiado fuerte para los niños admitir que su padre no quiere estar con ellos, y por eso buscan alguna fórmula para negarlo. Una niñita se convenció a sí misma de que su padre era un hombre extremadamente ocupado, y entonces fabricó en su imaginación una elaborada historia en la cual ella estaba al cuidado de la casa, le preparaba sus comidas, lavaba sus ropas, lo cuidaba, para que la vida de su padre fuera más confortable...

A nosotros puede resultarnos desgarradora esta historia, pero gracias a esta invención la niña pudo salvar su estabilidad síquica. Cómo se originan los padres desentendidos: Los padres aue se Desentienden de sus hijos, que nunca están disponibles, generalmente sienten que ellos mismos crecieron sin amor suficiente. Por esta razón, alguno en la pareja se resiente de cualquier atención que el otro prodigue a los hijos, y al mismo tiempo desconfían de la propia habilidad para amar o para ser padres... Se sienten incómodos con la cercanía de otro ser humano, la intimidad: no aceptan bien sus propios sentimientos y los de los demás, y resienten las necesidades afectivas de sus hijos. Mientras más los necesiten los niños, más incómodos se sentirán. En vez de tratar de resolver estos problemas, prefieren distraerse con lo que esté sucediendo con su pareja, su trabajo o sus amigos.

Otros padres se desentienden bajo algún tipo de presión, como el trauma del divorcio, por ejemplo, que en el caso de la mujer significa también la necesidad de sustentar a su familia en la ausencia del padre. Padres que en situaciones normales son amorosos y generosos, se vuelven indiferentes, cuando sienten que no pueden luchar contra todos los problemas del mundo exterior que los asaltan... Voluntariamente o no, los padres desentendidos están siempre distraídos por un tipo cualquiera de problemas. La amarga vendad es que hay muy poco lugar en sus corazones o en sus cabezas para albergar a sus hijos y lo que ellos puedan estar sintiendo.

lunes, 2 de mayo de 2011

Cómo se originan los padres ineptos


Sicológicamente hablando, los padres ineptos son seres inmaduros. De niños, los mimaban excesivamente o los malcriaban. Ahora ellos no pueden, realmente, asumir ninguna responsabilidad. Tener que participar de la vida de sus hijos les parece una tarea devastadora. Como generalmente poseen poca estimación propia, esta situación los hace sentirse aún más incompetentes.

Asustados por las demandas de la vida, algunos usan del alcohol y los estupefacientes como medio de anestesiarse contra las penas (y de paso posponen tenerse que enfrentar con lo que en ese momento los esté arrasando). Los hijos de padres ineptos son niños que se encuentran en una situación muy dura, y merecen la ayuda persistente de los adultos.


Los padres que se desentienden de sus hijos nunca están disponibles para los niños, o cuando están con ellos están preocupados por otras cosas. El mensaje que trasmiten es: "Tú no eres terriblemente importante para mí". El niño, como siempre, recibe el mensaje y reacciona en alguna de estas formas:

—"No les gusto. Quisieran que yo no anduviera ni por todo esto".
—"No sé cómo obtener la atención de mis padres".
—"Están siempre tan ocupados".
—"Siempre hay algo en sus vidas más importante que yo".
—"Me hacen promesas, pero luego no les importa no cumplirlas".
—"No ocupo un lugar en sus vidas".

Cómo se sienten interiormente los hijos de padres desentendidos: Si un niño acepta el mensaje de los padres desentendidos, probablemente piensa:
—"No soy importante".
—"Nada de lo que hago es suficiente para ellos".
—"No me gusto a mí mismo".

Los niños que no aceptan el mensaje de indiferencia de estos padres, dirían así:
—"No sé por qué no les gusto. Espero encontrar a alguien a quien le guste entretenerse conmigo".
—"Ellos sí me quieren, sólo que están demasiado ocupados para estar conmigo".

domingo, 1 de mayo de 2011

Atrapé a mi hijo adolescente con fotos


Muchos padres se preguntan cómo deberían reaccionar si descubren que su hijo adolescente se dedica a mirar revistas, comics y fotos de cariz erótico.

Mi hijo Jorge, de 13 años, parecía muy agobiado con los estudios. Decidí sorprenderlo con su comida favorita y llevársela amorosamente a su cuarto. Cuando abrí la puerta me quedé de piedra al ver esas imágenes de chicas desnudas. Todo fue muy rápido y confuso. Tomé la revista y le pregunté que de dónde había sacado esa porquería. «Las venden en todos los kioskos» fue su respuesta. «¿Ah, sí?, ahora te quedas sin mensualidad», concluí yo. La verdad es que cuando salí de su cuarto con la revista en las manos me sentía muy preocupada. ¿No sería mi hijo un chico obseso o anormal? Decidimos no volver a hacer alusión al tema.

Al cabo de unos meses, ordenando su habitación se me ocurrió mirar en un cajón y descubrí más fotos eróticas. Mi disgusto fue mayúsculo. Me sentía desorientada y sin saber cómo reaccionar ante mi propio hijo. En la comida fui a buscarlas y delante de su padre dije: «Mira en lo que se entretiene tu hijo últimamente». «¿Te parece bien andar con estas cochinadas?», dijo mi marido. «No es asunto de ustedes; además, mis amigos también lo hacen.» Un portazo del chico zanjó la conversación.

La comunicación con nuestro hijo, que hasta ahora había sido de lo más normal, se hizo más tensa; rehuía hablarnos de lo que hacía habitualmente y se mostraba distante. Me sentí un poco culpable. ¿Habría actuado bien?, ¿es tan grave que un adolescente vea esas fotos? Al poco tiempo recibimos la llamada de una de las profesoras de Jorge. Acudimos a la cita. Nos comentó que nuestro hijo hacía frecuentes alusiones o chistes en clase que ponían de manifiesto su preocupación y curiosidad por lo referente al sexo. Le comentamos lo que había ocurrido en casa. Nos tranquilizó saber que éste era un hecho bastante habitual entre los chicos de esta edad. Ella nos aseguró que enojarse o quitarle las fotos o revistas sólo contribuiría a reforzar en el chico el sentimiento de que el sexo era algo sucio y vergonzante.

A esta edad, nos dijo, el sexo es todavía una asignatura pendiente y estas fotos, satisfacen su curiosidad por lo que aún no está a su alcance. Si los niños han aprendido todo lo necesario sobre su desarrollo, los adultos no tienen por qué preocuparse. Al fin y al cabo, dentro de ciertos límites, ésta es una manera de documentarse sobre algo que está a la vuelta de la esquina en sus vidas. Por supuesto que estas fotos también los excitan, pero si concebimos la sexualidad como algo natural, esto no hay que considerarlo como un placer prohibido.

Gracias a esta charla, comprendimos que no debía ser fácil para él afrontar y compaginar sus nuevas necesidades fisiológicas con una vida afectiva plenamente satisfactoria. Quizá, nunca habíamos abordado el tema con naturalidad ni habíamos entendido^que esto era tan primordial para su crecimiento. Creyendo que éramos padres ejemplares, lo censuramos en lugar de ayudarle, dialogando con él sobre la sexualidad y la pornografía. Pero nunca es tarde para dar marcha atrás.

viernes, 29 de abril de 2011

LOS PADRES INEPTOS


Los padres ineptos
Son personas que no resultan efectivas como padres, o son completamente inoperantes. A veces se encuentran entre los que abusan del alcohol o los estupefacientes. El mensaje para sus hijos es: "Estoy demasiado arrasado para darte lo que tú necesitas". El niño recibe el mensaje y responde de alguna de estas maneras:

—"No puedo contar con ellos".
—"Me abochornan".
—"Trato de evadirlos".
—"Me dan lástima'.
—"Necesitan mi ayuda".
—"Me darán todo lo que pida".
—"Siempre me salgo con la mía".

Cómo se sienten interiormente los hijos de padres ineptos: Los niños que han aceptado el mensaje de los padres ineptos suelen decirse a sí mismos:

— Tengo que protegerlos".
—"Yo soy el que está a cargo de la situación".
— Me preocupan".
— No puedo dormir hasta saber que han llegado a la casa y se encuentran bien".

Los niños que no aceptan este mensaje, se dicen:

— "No los respeto y no estoy dispuesto a hacer nada por ellos".
— "No sirven para nada. Mejor me desentiendo de ellos".
— No puedo contar con nadie. Estoy solo, y es culpa de ellos".

Los hijos de padres ineptos suelen desplegar los siguientes síntomas: irrespetuosidad, actitudes maduras precoces, depresión, tácticas manipuladoras, frecuentes estallidos de cólera. Estos niños se sienten atrapados. Ellos saben que, como a niños, les corresponde que los protejan, y en cambio tienen que ser ellos los que ofrecen protección. Comprender esto puede crear enormes frustraciones.

miércoles, 27 de abril de 2011

Las precauciones ante el desarrollo de las niñas


El pudor que suelen experimentar algunas niñas durante las primeras menstruaciones puede llevarlas a adoptar recursos higiénicos perjudiciales, sobre todo si no se sienten suficientemente seguras para hablar del tema abiertamente. Es importante aclarar que alcanza con cambiar la toalla higiénica varias veces en el día y lavarse más a menudo que lo habitual. Pero no es necesario realizar "baños de asiento" -como se recomendaba antiguamente- ni lavados internos vaginales, que pueden ser dañinos. Del mismo modo, resulta innecesario, y hasta riesgoso, emplear toallas higiénicas "perfumadas" o con desodorante.

Las dudas "¿Cuándo voy a usar corpino?, ¿me puedo depilar las piernas?, ¿por qué me sale tanto vello?, o ¿por qué no me sale?"... En esta etapa, las dudas y los interrogantes son muchos. Por eso, más allá de las explicaciones "técnicas" -que se encuentran al alcance de cualquier libro de divulgación- es bueno tener en claro que nuestras hijas requieren comprensión y apoyo para transitar este momento de su vida. Detrás de su ansiedad, y de sus preguntas se encuentra la angustia de perder sus formas infantiles y convertirse en mujer, que por ser algo desconocido todavía puede despertar temor.

Con el mismo espíritu amplio y comprensivo deberíamos tener presente que todo este vendaval hormonal que provoca la menarca también se manifiesta en estados de ánimo cambiantes. La mujercita necesita que le respeten su intimidad, su necesidad ocasional de estar sola en su cuarto. Pensemos que no le pasa nada, o mejor dicho, ie pasa mucho: está creciendo y necesita acostumbrarse al gran cambio.

lunes, 25 de abril de 2011

Hablar de anticonceptivos


No se puede cerrar los ojos. Convertirse en mujer implica ser capaz de procrear. Es cierto que durante los primeros períodos, muy raras veces tiene lugar una ovulación efectiva. También pasará mucho tiempo antes de que la ovulación sea realmente regular. Pero no existen garantías de que la joven no quede embarazada si mantiene relaciones sexuales.

Muchos padres de chicas de 11 ó 12 años se sienten un poco perplejos ante la idea de tener que abordar este tema con sus hijas. Pero también deberían saber que el seis por ciento de las niñas de 14 años, el 20 por ciento de las de 15 y el 44 por ciento de las de 16 años, empiezan a tener relaciones sexuales, por más precoz qué pueda parecer esta iniciación.

Y lo más grave del asunto es que la mayoría de ellas no toman medidas anticonceptivas las primeras veces. Sabemos que es difícil hablar con las adolescentes sobre los temas referentes a la sexualidad y, en especial, sobre el tema de los anticonceptivos. Pero, un embarazo no deseado puede ser mil veces más traumático que una conversación sincera entre madre e hija. La información es fundamental, tanto si se trata de su primera regla y su significado como si se intenta prevenir un paso en falso. Hablar es la regla de oro.

sábado, 23 de abril de 2011

Trastornos sensoriales


Aunque a simple vista no se detectan, los trastornos sensoriales pueden ser impedimentos para que las cosas vayan bien en la escuela. En los más pequeños, por ejemplo, es difícil descubrir ligeras pérdidas visuales o auditivas, pero es necesario que, ante la más mínima sospecha, se realice un buen reconocimento médico que saque a la luz o descarte cualquier patología.

Otra alteración común es la falta de hierro (se detecta fácilmente con un simple análisis de sangre), que puede provocar cansancio, agotamiento y apatía; lo que repercutirá de forma directa en su capacidad de concentración y estudio.

Como hemos señalado, muchas pueden ser las razones para que el rendimiento escolar no sea el adecuado. La clave está en no pasar por alto los primeros síntomas que manifieste el pequeño, de manera que podamos intervenir antes de que el copo se convierta en una gran bola de nieve. Para que las dificultades se corrijan a tiempo y no se incrementen, es básico no delegar la educación de nuestros hijos en el colegio y procurar una sistemática coordinación con la maestra.

jueves, 21 de abril de 2011

Conflictos emocionales


Aunque nosotros no lo advirtamos, cualquier situación de exceso de estrés en el hogar la capta nuestro hijo y, al final, termina pasando factura en su mundo escolar. La precipitación, las discusiones entre la pareja, el no dedicarles todo el tiempo que ellos necesitan, los celos entre hermanos o el no sentirse suficientemente valorado y estimulado por sus papas son factores que reducen el rendimiento.

También influye mucho el tipo de relación que el niño establezca con sus compañeros de clase y con su maestra, y el papel que tenga asignado en su aula. Tanto en el ámbito del hogar como en el de la escuela, debe sentirse querido, importante y aceptado.

martes, 19 de abril de 2011

Mitos alrededor del período


La ignorancia ha fabricado muchos tabúes y falsas creencias en torno a un fenómeno tan natural como la menstruación. Durante mucho tiempo se pensó que no había que bañarse durante el ciclo. Siempre que el agua no esté muy caliente y no permanezcan demasiado rato en la bañera, todas las mujeres pueden hacerlo sin ningún problema. Tampoco la natación está prohibida si la ocasión se presenta, pero en ese caso, los tampones son imprescindibles.

También pueden seguir yendo a sus clases de gimnasia o danza, pues el movimiento favorece la circulación y relaja los músculos y la mente. Sin embargo, algunas niñas se sienten mal y tienen dolores durante esos días. Esto es tan normal al principio como la irregularidad en la duración de los ciclos y el tiempo que transcurre entre ellos.

Si la joven no se encuentra bien, no hay que obligarla a realizar esfuerzos contra su voluntad. Lo mejor en esos casos es el reposo, calor en el vientre y alguna charla tranquilizadora. Pero si las molestias son fuertes, conviene hacer una visita al ginecólogo antes que automedicarse con analgésicos.

domingo, 17 de abril de 2011

La regla es irregular


Otra cuestión importante que hay que saber es que sólo un uno por ciento de las mujeres tienen el período puntualmente cada 28 días, durante un largo lapso de su vida. Simplemente un viaje, un cambio de clima, una fiebre infecciosa, un problema emocional, un examen difícil... pueden desbaratar totalmente el ciclo de una mujer.

Ya lo dicen medio en broma los ginecólogos: lo único regular de la regla es su irregularidad. Además, el ritmo menstrual varía con la edad. Las chicas entre 13 y 17 años tienen un ciclo de una duración media de 34 días aproximadamente con una desviación normal de nueve días hacia atrás o hacia adelante. En cambio, entre los 30 y los 40 años, el ciclo dura, por término medio, unos 28 ó 30 días.

Volviendo a las jóvenes, después de la primera hemorragia menstrual, las siguientes pueden producirse después de seis semanas o 28 días, siendo ambos casos normales. A menudo ocurre también que después de los primeros ciclos, aparentemente ya regulares, la regla desaparece durante algún tiempo. Esto es totalmente normal, ya que el cuerpo todavía se está organizando y tarda en estabilizarse.

La irregularidad de estos cambios hormonales puede resultar engorrosa para muchas chicas, ya que genera ansiedad. A ello se le suma el hecho de que no acostumbran llevar preventivamente una toalla higiénica a todas partes. De todos modos, actualmente esta situación no es "dramática", porque la publicidad habla con mucha naturalidad de los productos higiénicos; fácilmente pueden pedir una toallita o un tampón prestados.

miércoles, 13 de abril de 2011

La llegada de la menstruación


Llegue en el momento que llegue, la regla suele aparecer inesperadamente. Esto no deja de ser extraño, ya que la menstruación no es un hecho venido del cielo. Mucho tiempo antes, la maduración del cuerpo lo va avisando. El crecimiento de los pechos y del vello púbico empieza uno o dos años antes.

Además, en la mitad de las niñas aparece, entre seis y doce meses antes de la primera regla, el llamado flujo blanco, una secreción viscosa y blanquecina que puede llegar a ser muy abundante. Algunas se asustan ante este hecho. Sin embargo, no se trata de una enfermedad sino de una señal de que los ovarios ya han empezado su producción de estrógeno, la hormona sexual femenina.

Otras chicas sienten, poco antes de su primera menstruación, unos tirones en el vientre o dolores de cabeza. Desde luego, no todas las jóvenes celebran con vítores la aparición de la regla sólo por convertirse en mujer. Muchas se sienten irritadas, asustadas, extrañas y enfermas. A las que no se les ha explicado lo que les va a suceder y les sorprende la regla por la noche, por la mañana corren preocupadas a preguntar a su madre qué es esa mancha de sangre.

Por todo ello, conviene hablar de este tema con antelación y claridad, evitando viejos prejuicios. Hay que explicarles que la sangre de la menstruación no es algo sucio que se debe expulsar. La niña debe saber que el útero se prepara cada mes para recibir un óvulo fecundado, formándose una mucosa gruesa y fuertemente irrigada para que allí pueda instalarse un embrión. Si el óvulo no se fecunda, entonces el cuerpo se deshace de esta mucosa que sale al exterior a través de la vagina.

Por otra parte, no hay que sobreestimar esta pérdida de sangre. Algunas mujeres creen perder hasta tres litros durante el periodo. En realidad, la sangre expulsada cabe en una tacita de café. También conviene saber que la sangre no fluye continuamente, sino que va cayendo gota a gota en diversas oleadas. La hemorragia se puede cortar incluso durante algunas horas. En los dos primeros días es más abundante que en los restantes y a la mayoría de adolescentes les dura entre cuatro y seis días.

lunes, 11 de abril de 2011

Síndromes vinculados al intelecto


Los síndromes vinculados al intelecto más frecuentes en los niños son los de Down y el de X frágil, la disfunción cerebral mínima (el niño tiene disminuida la capacidad de atención, suele ser hiperkinético), los cuadros de autismo (síntoma de algún cuadro psicótico; el niño puede comprender lo que se le dice pero no sabe expresarse, es generalmente quieto y su apariencia puede ser engañadoramente normal). Además, existe una vasta gama de casos de retraso mental y/o de dificultad de aprendizaje.

La familia de niños o adolescentes con esos cuadros deben, obviamente, consultar a un médico (pediatra o clínico, según la edad del paciente); realizar estudios sobre su coeficiente intelectual; estudiar los cromosomas (por medio de un análisis de sangre); realizar un encefalograma o mapeo cerebral, según el caso; hacerle una tomografía computadorizada de cerebro y, por último, un estudio de neurotransmisores (mediante un análisis de orina).

Ese exhaustivo análisis se realiza para tener la seguridad de un diagnóstico certero y evitar toda posibilidad de error que, repetimos, sólo redunda en perjuicio del paciente y su familia.