Constanza vuelve del
colegio con una nota de la maestra dando cuenta de que hoy, nuevamente, olvidó llevar a clase nada más y nada menos que el libro con el que debía trabajar. Sus padres se lo habían recordado la noche anterior, la mochila había quedado preparada, y sin embargo...
Diego, por su parte, ha pasado toda la tarde en casa buscando y recortando fotos de torres, catedrales y castillos, ilusionado con la propuesta de su maestra de hacer un mural en la escuela al día siguiente. Antes de acostarse, todo ha quedado cuidadosamente preparado dentro de una carpeta. A la mañana siguiente, Diego se va al colegio y la carpeta se queda en casa. Exactamente en el mismo lugar en el cual él la puso para
no olvidarla.
Belén está contentísima. Va a pasar el fin de semana en una granja escuela con sus compañeros de clase. En la secretaría han dado un papel a todos los niños para que sus padres firmen la autorización necesaria. Menos a ella, que ese día tuvo que ir al médico. Su madre, le pide que lo reclame pero no hace caso,
el papel no llega.¿Dónde tienen la cabeza estos hijos nuestros? ¿En qué están pensando para olvidar cosas tan sencillas e incluso tan directamente ligadas a sus intereses como éstas?
Sin duda, los inexplicables
despistes de los niños pueden tener su origen en las causas más variadas:
• Timidez o vergüenza: Nuestros hijos ya no son
bebes. Pero tampoco son adultos y ellos conocen muy bien la distancia que hay entre ambos mundos. Aunque los mayores hace rato que han dejado de aparecer ante sus ojos como seres omnipotentes, todavía son los que mandan y los que tienen la razón. Y si un adulto razonable debía haber dado a nuestra hija un determinado papel y no lo ha hecho (como en el caso de Belén), ¿cómo va a ir ella a pedírselo?
Es probable que no se atreva a hacerlo. Aunque la nena sea desenvuelta en las relaciones con sus iguales o
la familia, relacionarse con los mayores que representan la autoridad, quizás no le sea tan fácil y antes de hacerlo prefiere "olvidar" el encargo.
• Presión del grupo: En ocasiones, a nuestro hijo le conviene "olvidar" ciertas cosas. Este tipo de olvidos suele ser más frecuente cuando tiene que ver con sus
relaciones de amistad dentro del grupo, tan importante para él, y ante el que debe mantener su prestigio. Si nuestro hijo ha quedado con otro chico para jugar un
partido de fútbol, cómo va a decirle que no puede porque tiene que hacer deberes o mandados. Casualmente se le olvida lo que debía hacer y se va a jugar tan tranquilo.
• Rebeldía: No es tampoco difícil que los intereses de nuestros hijos se opongan radicalmente a los nuestros. Por ejemplo, si les pedimos que recuerden que deben tomar un horrible jarabe, que no se olviden de que el martes hay que ir al médico para ponerse la vacuna, que tengan presente que estamos citados con la maestra para revisar los exámenes, que no se comprometan con ningún amigo el domingo pues vamos de visita a casa de la tía Beatriz... no esperemos milagros. Sus olvidos serán una forma de rebelarse contra todas esas cosas que les parecen desagradables y que les son impuestas.
• Cruce de intereses: Constanza, la niña de nuestro primer ejemplo, prepara su mochila cada noche con buena intención, pero de pronto, tras meter las pinturas, se cruza con el nuevo vestido de la muñeca que ha prometido llevar al colé para enseñar a su amiga Bibiana. Resultado: en el "cruce de caminos", el vestido de la muñeca llega al colegio y su libro de trabajo se queda en casa.
• Despiste total: Hay niños por lo general muy creativos, polifacéticos, que tienen tanto que imaginar, tanto que pensar y tanto que sentir, que no r es difícil que un detalle tan banal" como recordar que la toalla de baño mojada no se deja sobre la cama (se lo hemos dicho mil veces), se les olvide. Son despistados empedernidos y lidiar con ellos supone hacer acopio de paciencia.
Cada caso necesita atención y comprensión por nuestra parte, además de una charla seria y clara sobre sus "crisis de amnesia". En ocasiones cuando las palabras no convencen, habrá que buscar alguna estrategia para que el niño logre entender que en la cabeza también hay sitio para recordar, por ejemplo, dónde se deja la toalla.
Tratemos de
no alterarnos demasiado, de repasar con el desmemoriado lo que tiene que hacer y de no agobiarlo con encargos excesivos que no conseguirá recordar. También podemos regalarle una bonita y divertida agenda que lo hará sentirse importante y, a lo mejor, sirve para algo más.
Tampoco nos vendría mal hacer un sincero examen de conciencia y preguntarnos si nosotros no somos tan
olvidadizos como ellos. A lo mejor, lo que tanto nos enoja de su conducta es lo que no nos atrevemos a admitir respecto de la nuestra. Quién sabe... a lo mejor-han salido un poco a nosotros.